" -Me siento rara- le digo a la enfermera de Urgencias.
-¿Qué te pasa?- pregunta.
-Va a sonar muy ridículo -admito-. Pero es que no me puedo creer que tengo un esqueleto dentro."
" -Me siento rara- le digo a la enfermera de Urgencias.
-¿Qué te pasa?- pregunta.
-Va a sonar muy ridículo -admito-. Pero es que no me puedo creer que tengo un esqueleto dentro."
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
"Mario comenzara a entender que na vida case todo tiña que ver con repetir unha e outra vez as mesmas cousas e facer un esforzo por non aburrirse."
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
Jugar era la recompensa. Estábamos en parvulitos y la profesora premiaba a quien acabase primero la tarea. Solía disputármela con Diego, pero cuando me tocaba iba directa a la casita de muñecas de madera. Nunca tuve una, así que esta me provocaba curiosidad; todos aquellos mueblecitos distribuidos en estancias diminutas que ya casi no recuerdo, sólo el color blanco de las paredes y la ausencia de habitantes, que yo me imaginaba. Jugar era el premio. Hoy preferimos el like, el click, el corazoncito, el comentario, porque generan dependencia y dopamina. Claro que tiene su peligro, como la inteligencia artificial, que puede, tanto desarrollar nuestro potencial al máximo, como acabar convirtiéndonos en tontos de capirote. La primera pregunta que le he formulado al ChatGPT es que si le gusta jugar. La respuesta es que no. No tiene esa capacidad, en el sentido en que los humanos lo hacemos. 1-0. Cuando le he pedido que me recomiende un juego, me ha elaborado una lista en la que no aparecía, ni la lluvia, ni el barro. Lo he mandado entonces a la mierda e inmediatamente se ha disculpado. Lo han educado bien, pero me ha dado cierta pena que, como a algunos de nosotros (en eso nos imita a la perfección) su propia naturaleza le impida disfrutar. Y me ha caído un poco mejor.
"..nada dura, nada está completo y nada es perfecto."
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
"Sentíu os labios dela que se pousaban nos seus. Foi como un trallazo. Unha ledicia branca nacíalle dentro do corazón."
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
Aire y luz y tiempo y espacio
"¿sabes?, o era la familia, o el trabajo, siempre
había algo que se
interponía,
pero ahora
he vendido la casa y he encontrado este
lugar, un estudio amplio, tendrías que ver el espacio y
la luz.
por primera vez en mi vida tengo tiempo y un lugar
`[adecuado para
crear."
no, chico, si quieres crear
crearás aunque trabajes
16 horas al día en una mina de carbón
o
estés en el paro
y vivas en un cuartito
con 3 críos
crearás aunque te hayan arrancado partes del cuerpo
y de la mente
crearás estando ciego
invalido
loco,
crearás aunque un gato se te encarame por
la espalda y
la ciudad entera tiemble sacudida por un terremoto o por
las bombas
las inundaciones o los incendios.
Chico, el aire y la luz y el tiempo y el espacio
no tienen nada que ver
y no crean nada,
excepto quizá una vida más larga que te permita
encontrar más
excusas.
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
Hubo un tiempo en que nuestro futuro estuvo condenado al fregadero, la cocina, el mocho y el dedal. Eso era la decencia, parece. Saber coser, bordar y callarse. No al voto, no al aborto, no a una cuenta corriente, no a silbar, no a ponerse un pantalón y NO a cien mil millones de cosas más. Por eso, mirar hacia atrás es sentir frío e inferioridad. Temor al que dirán. Vergüenza al opinar. Y miedo a la próxima paliza. Al próximo asesinato. En medio de todo ello, sin embargo, hubo flores que salieron entre las grietas del cemento. Todas esas mujeres que pelearon por dar un paso más en favor de sí mismas, de sus hijas, de sus hermanas, de sus amigas y en favor de la igualdad, merecen que esa lucha no decaiga, que no volvamos a donde la inmensa mayoría no queremos volver. El feminismo es la confrontación contra la injusticia, contra la parte machista y retrógrada que tanto nos cuesta extirpar de nosotros mismos, de toda la sociedad. Es la lucha contra el yo, a favor del yo. Es un avance social y es un logro, como para muchas lo fue quitarse el dedal, para poder así, pasar las páginas de un libro. Algo que hoy nos parece tan normal, ha tardado siglos en conseguirse y puede perderse de un plumazo, si no estamos atentas. Por eso debemos enfrascarnos en conseguir plenos derechos, y que estos se mantengan con el paso de los años, ignorando al cavernícola y de la mano del progreso. Tardaremos años, en algunos países serán siglos (la ablación y el velo siguen ahí), en dejar de celebrar este día porque ya no sea necesario, pero mientras tanto, llenemos las calles de color violeta, el color de este movimiento imparable que nos conduce, durante unas horas, a parar de coser, para poder cantar. Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Vayamos de manifa. Es nuestra causa. Y es imparable.
"Se dice que la noche de sus bodas las muchachas de Japón queman sus juguetes."
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
"Pregunteille a papá cal fora a miña primeira palabra e quedou calado un tempo longo, e despois díxome que non se acordaba ben, que seguramente fose algunha desas -mamá, auga, pan- e daquela decateime de que hai moitos recordos de min que mamá levou con ela."
![]() |
Fotografia: Elena Dean @bicodepulga |
Música: Todo pasa. Carla Morrison.
Nunca he tenido demasiado miedo. Ni a la oscuridad, de niña, ni a la pérdida de la virginidad, de adolescente, ni a la soledad, de adulta. No hay razón para tenerlo, me he dicho siempre y me he negado esa emoción, ese sentimiento, como lo define José Antonio Marina en su maravilloso libro Anatomía del miedo. Un tratado sobre la valentía. Pero ahora sé que puede ser una bomba de racimo. Que puede invadirlo todo. Destruirlo todo. Una vez, me pasó. Hace ocho años, lo sentí. Y llegó para quedarse. Junto con un diagnóstico. Nada ha vuelto a ser como era entonces. Algo se quebró dentro, algo se volvió inseguro y fugaz, algo se perdió. Y aprendí a valorar la cordura. Porque sé que la locura, os da pavor. La locura provoca que te aten a una camilla mientras lloras en silencio. Que llores en un bar mientras escribes y que la gente te mire sin decir nada. Que te encierres en un baño y hables sola. Provoca que, a veces, te quieras morir. La locura da miedo. Por eso sé que estar bien, integrarse, es lo fabuloso. Pasar desapercibida, no poner en riesgo tu trabajo, tener pareja estable, yo qué sé. Lo que pasa es que a veces, algo se agita dentro de nuestras cabezas, algo las distingue, las dota de una absoluta infelicidad y las destruye poco a poco. Sin que podamos elegir. Me gustaría creer en la prevención, si no fuera que nadie puede prever que nos pasen las cosas que nos pasan. Por eso prefiero quedarme con el buen trato. Y, una vez has tocado fondo, con no abandonar el tratamiento. Puede que hablar también sea útil. No lo sé. No lo he intentado. Pero han pasado ocho años. Ocho putos años en los que no he perdido a mi familia, no he perdido a mis amigos, no he perdido el trabajo y no he perdido la vida. Es hora de dar las gracias. Por respetar mi pánico, mi silencio, mi cobardía y mi dolor. Aunque mi día a día es normal, no he superado el diagnóstico. Lo arrastro como puedo y lo adorno con sonrisas. Pero ha llegado la hora de decirlo, de reconocer, por fin, que soy esquizofrénica y de pediros que, por favor, por favor, por favor, no me tengáis miedo. Porque no me lo merezco. Porque sigo siendo yo.
"Tú eres diferente a los demás; todos lo somos. Miramos el mismo mar, la misma nevada, pero cada uno ve una ola distinta al romper, un copo de nieve traspasado por la luz. Esa visión tuya es única, y es lo que nos tienes que contar."
![]() |
Fotografía: Elena Dean @bicodepulga |
Aunque Wikipedia cataloga la suerte como el resultado positivo o negativo de un suceso poco probable, mi definición favorita hasta el momento la da James Mathew Barrie en Peter Pan, cuando cuenta que un niño que buscaba con ahínco un penique por el parque, encontró dos. Pura chiripa. Suerte es también una canción de Shakira, el nombre de una administración de loterías de O Porriño, y el trébol de cuatro hojas. Mala suerte es cruzarse, por ejemplo, con un gato negro, aunque sea de tu vecino. A todos nos ha pasado. Con cierta frecuencia hemos tenido golpes fatales, rachas que es preferible olvidar. Parece fácil, pero no, valorar nuestro nivel de fortuna. Todo depende, imagino, de con quién nos comparemos. Depende del enfoque. No soy Siri Hustvedt, pero tampoco una mujer afgana. No soy una PAS, pero tampoco una momia. No me ha tocado la lotería, pero al menos tengo trabajo. Aún así, aún estando en ese confortable punto medio, evitamos pasar por debajo una escalera. Nos da pánico que se nos rompan los espejos. Compramos Budas y los metemos en casa, aunque se hayan quedado totalmente desfasados. Me pregunto qué sucedería si solo tuviésemos buena suerte. Si obtuviésemos todo aquello que deseamos. Me pregunto si esos deseos tendrían fin. Y si ese fin sería bueno. Pero ya no. Ya no será posible saberlo. Puto gato. Puto gato negro.
![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
Seguir el sendero creado por otros es una opción. Trazar nuestra propia senda, atravesar la niebla, lo desconocido, las incógnitas, los deseos, es una elección. Nadie sabe, en realidad, cuál es el camino, porque hay muchísimas opciones, la mayoría correctas, pero tal vez solo una, apasionante. Decantarnos por ella depende de cada uno de nosotros. De nuestro coraje, de nuestra valentía, de nuestra falta de sentido común. Todos nos hemos equivocado más de una vez, pero sabemos que cometimos esos errores porque creíamos firmemente en ellos, porque movieron algo dentro de nosotros. Las pasiones que nos han cegado son nuestro ojalá definitivo. Nuestro riachuelo de agua turbia favorito. De nada sirve arrepentirse. Lo que cabe es aceptar y tratar de no volver a caer. O tal vez sí. Somos animales de costumbres, y una costumbre más es equivocarse, algo que no nos encanta, pero que es inevitable. Llegará un día en que se premien los errores, en que se dé un plus por fallar. Ahí estaremos, entonces, muchos de nosotros, agazapados, felices de que al fin, haya llegado nuestro momento. Y sea todo niebla.
"Aterramos no JFK á tardiña e tras hora e media de metro chegamos ao noso hotel con encanto na rúa 31 de Manhattan, un edificio adorable co chan de moqueta e papel pintado nas paredes. Dende a fiestra, podiamos ver o Empire State. Cada noite iluminábano dunha cor diferente: un día por unha causa solidaria, ao día seguinte por outra, coma se existise algunha relación oculta entre a solidariedade e as cores estridentes. "Oxalá poidamos velo normal algún día", murmuraches apesarada.