Me acuerdo de lo bien que huelen y lo bonitas que son las hojas de los naranjos.
Me acuerdo de las contraseñas de mis cinco correos electrónicos.
Me acuerdo de cuando le tocó la lotería de Navidad a la familia de mi compañera de trabajo (su madre vendía el número en su bar) y de que pensé que si lo hubiese traído a la redacción, hubiese comprado un décimo, seguro. Puta mierda.
Me acuerdo de robar una bolsa de pipas en una tienda de barrio.
Me acuerdo de cuando me cobraron 2,25 euros por un té de sobre.
Me acuerdo de ayudar a despellejar conejos a mi abuela y sufrir lo indecible por ello.
Me acuerdo de ver a a mis vecinos jugar horas y horas a la petanca.
Me acuerdo de los bonobuses de cartón.