![]() |
Foto: Elena Dean @bicodepulga |
Poco se habla de lo bonito que es caminar sin rumbo. Ser un paseante vagabundo, una flecha que sale disparada en múltiples direcciones, como le gustaría a Sylvia Plath, un flâneur. La de cosas que uno puede ver, sentir, escuchar, imaginar y encontrar mientras camina en la búsqueda de nada. Un vecino, por ejemplo, que siempre pasea mirando al suelo, se encontró una cadena de oro, con su Cristo crucificado y todo. Una amiga, que jamás vuelve caminando a casa, se chocó con 50 euros la noche que, sin que nadie supiera por qué, se le dio por ir "dando un paseo." Caminar así, a lo loco, trae suerte. Y además, te pone el culo duro. A mí me ha gustado vagar por las calles de siempre, escuchando música con los cascos, imaginando que vivía otra vida y que era una persona diferente, quizá especial. Aunque esa época pasó, no la de salir a vagabundear con mi verdad a cuestas. Pero siento que, paso a paso, buscando nada, puede que un día me tope con algo que en realidad, estaba deseando encontrar sin saberlo. Entonces se habrá roto la magia. Y tendré que volver a empezar de cero.