sábado, 22 de octubre de 2022

Pensar

Fotografía: efialtes_fernando gonzález

Parece fácil, pero ni todo el mundo sabe pensar, ni en ocasiones, quiere. Hay un montón de personas deseando hacerlo por nosotros y la mayoría de las veces, nos dejamos. Que si córtate el pelo, que si cómprate el piso, que si cásate ya, que si come más fruta. Cuánta gente hay dando consejos sin dinero, que es lo que en realidad necesitamos todos los que ya tenemos salud a espuertas. Pensar se pone cada vez más cuesta arriba y hacerlo de manera que nos conduzca a alguna parte, es misión imposible. Mi abuela, por poner un ejemplo, pensaba que yo sería mucho más alta que mi hermano; sin embargo la realidad me apuñaló en cuanto él pegó el estirón y me superó en diez centímetros. He ahí una prueba de que pensar por pensar -que es lo que hacemos la mayoría-, está sobrevalorado. Nos entretiene, vale, que en parte es de lo que se trata, pero no resuelve los grandes problemas universales, cosa que jode. Porque a todos nos gustaría ser sabios para llevarnos -cuando menos- el Nobel, calentito. Mientras tanto hacemos que pensamos y nos creemos dueños de nuestra vida y de nuestras acciones, como si pararnos en el paso de peatones no obedeciese, nunca mejor dicho, a ese semáforo que se pone en rojo aún cuando no vienen coches, porque alguien lo ha programado, pensando, como siempre, en lo que es mejor para nosotros.

sábado, 8 de octubre de 2022

Sed

Fotografía: efialtes_fernando gonzález


Mi madre era una persona muy dada a contar historias. Una de ellas trataba de un tipo, un hombre de su pueblo -ya entrado en años- al que llamaban señor Cándido, que no sabía beber. Cuando este se emborrachaba, que era todas las semanas para no perder la costumbre, se le daba por gritar ¡Viva Rusia! ¡Viva Rusia! de camino a casa. Decía mi madre que aquello eran los años 50, de manera que si la Guardia Civil, -muy acostumbrada a pasearse por la zona-, lo hubiera pillado, le hubiera metido una somanta de cojones por su arrebato procomunista. Pero nunca pasó. Y el tipo murió de viejo. Muchas veces me acuerdo de ese hombre y pienso que sí sabía beber. Bebía con sed, con la sed de algunos hombres de antes, que era sed de vino tinto y sed de rebeldía. De gritar lo que le diese la gana. De desafiar, a la hora que fuese. Bajo aquella dictadura franquista. De hacerlo para que mi madre algún día me lo contase. Y para que muchos días yo lo recuerde y me beba un vaso de vino tinto en su honor. Y en honor a la libertad que el hecho de gritar aquello, representaba.