jueves, 22 de septiembre de 2022

Hartistas

Fotografía: efialtes_fernando gonzález

Tratar de definir el arte con palabras es como intentar ponerle puertas al mar. El crujido que uno siente en su interior cuando algo creado por otro ser humano te define, te identifica o te interroga es mucho más profundo que cualquier explicación que pueda ofrecernos un diccionario de la RAE. El arte es sabio. Y no le ha importado esperar durante siglos a que lo comprendamos, lo admiremos, lo aceptemos y lo integremos en nuestras nuevas formas de vida. La pintura. La fotografía. El cine. La escultura. La música. La arquitectura. La literatura. Constituyen las clásicas maneras que han elegido hombres y mujeres para poder expresar aquello que sienten  y que les estalla por dentro. Sin conocer el resultado de todas esas manifestaciones, nuestra vida sería más pobre, más triste, más vacía y totalmente insignificante. La cultura y el arte contribuyen al conocimiento, al desarrollo de la sensibilidad y el placer estético, a la formación de un criterio propio, al fortalecimiento de la capacidad de pensar. Ignorarlos supone introducirnos en una cueva húmeda y oscura. Sin cerillas, sin antorchas, sin linternas, sin nada. Los artistas lo saben. Y desparraman sus colores, sus palabras, sus sonidos y sus imágenes, para que nos llenemos de luz. Atacarlos presupone cierto grado de ignorancia, de embotamiento, de anhedonia. Los hartistas lo sabemos (no confundir con el movimiento). Solo somos personas individuales, hartas del desprecio hacia aquello que nos complementa, alimenta nuestro espíritu y nos convierte en mejores personas. Personas a las que entristece la apatía social e institucional, la falta de apoyo, la ausencia de ganas. Los hartistas queremos más visitas a museos, presupuesto, butacas llenas, políticos que sepan quién sigue siendo Saramago. Los hartistas no nos rendimos. Y miramos mal al que se ríe de que no se vendan todas las localidades, al que prefiere el brillo del los leds al de los cerebros que escriben un libro, dan un concierto o dirigen una peli de bajo presupuesto. Los hartistas somos luchadores. Y consumidores de arte y de cultura, aquello que contribuye a que nos mantengamos con vida, porque nos aporta conocimiento, ilusión, amplitud de miras y curiosidad. Que nadie venga a decirnos que no sirven para nada. Que nadie intente arrebatarnos la fragilidad.



jueves, 8 de septiembre de 2022

Espías

Fotografía: efialtes_fernándo gonzález
Ya nos pasó con las mirillas. Con ese nombre, qué imaginábamos. Quién no ha estado pendiente de la entrada a casa de un vecino buenorro, quién no ha vivido una discusión en el descansillo tras la puerta, quién no ha sucumbido a mirar por el agujerito acristalado. Ni un dios podría resistirse. Y aunque los tiempos han cambiado, nos sigue fascinando eso de espiar. Ahora todo es un poco más líquido, vale, ahora todo es una red social, pero en ella también sucumbimos al cotilleo. Sin caer en la excentricidad de las cuentas falsas, los curiosos somos seres algo vacíos, probablemente tímidos, seguramente desconfiados, que buscamos lo que está a la vista de todos y sin embargo pasa desapercibido, es decir, la pepita de oro en medio del lodazal. Observar disimuladamente a alguien requiere tiempo, paciencia, curiosidad y por lo general, cierta dosis de amor. Se espía a la familia, a los amigos, a la pareja, a los enemigos, a los ex y por supuesto, a los famosos. Y es que todos llevamos un fan en nuestro interior. Permitir que este muera es un acto de crueldad, de desidia, de irresponsabilidad. Así que necesitamos contenido, publicaciones, chicha, porque en realidad somos como pequeños gorilas atrapados en la jaula de un zoo esperando a que ese visitante que también nos mira intrigado, nos acerque el último cacahuete de la bolsa. A qué estará esperando. Si el tiempo es un maní.