Me acuerdo de cuando la leche se vendía en bolsa.
Me acuerdo de jugar a las canicas.
Me acuerdo de las picaduras de faneca en la playa de A Lanzada.
Me acuerdo del perrito decorativo que movía la cabeza en la parte de atrás del Seat 600.
Me acuerdo de trabajar en Bijou Brigitte, de que me preguntasen si vendíamos llamadores de ángeles y de no tener la menor idea de qué era aquello.
Me acuerdo de una portada de Interviú, en la que salía Alaska con un cortasetos.
Me acuerdo de cuando mi madre compraba anguilacho para comer, en una pescadería a la que nunca volví, por lo que dejé de comerlo.
Me acuerdo de las baldosas con polígonos regulares de la cocina vieja de mi aldea y de cómo años después, las relacioné con Escher.