miércoles, 22 de junio de 2022

Perros

 

Fotografía: efialtes_fernando gonzález


Me encantan los perros. El ruidito mimoso de los cachorros cuando los coges en el regazo y los acercas a ti. Las travesuras de los primeros años, cuando mordisquean las zapatillas y zarandean las escobas con furia. Los lametazos. Acariciarles la barriga cuando se tumban boca arriba y te abrazan con las patas. Sus bostezos. Sus eructillos y sus pedos apestosos. La alegría que manifiestan en los recibimientos y la pena que transmiten en las despedidas. Su manera de enterrar los huesos. Su trufa húmeda. La expresividad de sus ojos. Su lealtad. Esa manera incondicional de querer. Los ladridos. 

Aborrezco la violencia ejercida sobre ellos, las tormentas que los atemorizan, los petardos que los aterran, a aquellos que organizan peleas, a quienes no los acarician, el moquillo, la rabia y los tumores. Detesto el abandono, la maldad y el tráfico.

Si pudiese reencarnarme, lo haría en perro. En uno como el de la foto, probablemente sin raza, posiblemente con nombre. Sería un Toby o una Laika, y me tumbaría como él al sol, para disfrutar de la tarde y de aquellos que pasan, sacan una cámara e inmortalizan tu mirada perruna, cargada de desconfianza, sorpresa y soledad. 

miércoles, 8 de junio de 2022

Echarse flores

Fotografía: efialtes_fernando gonzález


Todos hemos nacido con ese don. Deshojamos la margarita y casi siempre nos sale un me quiero, aunque no me quieran. Somos unos putos egocéntricos, esa es la verdad. Y nos encanta que nos hagan casito, que nos echen flores, que se vuelquen con nosotros. No hay más que ver nuestros muros de Facebook, nuestros perfiles de Instagram, nuestros ridículos bailes en Tik Tok. Suspiramos por un puñado de likes, por un comentario nuevo en nuestro blog. Queremos que nos quieran más que llegar a fin de mes. Deseamos la alabanza, el aplauso, una alfombra roja que pisotear con nuestros taconazos de purpurina. Damos pena. Y nos gusta darla si eso nos aporta otro Me gusta. Qué le vamos a hacer, si no tenemos abuela o la que tenemos, solo sabe repartir hostias. ¡Ah, que tiempos lo de antes! Qué anónimos éramos, qué infelices. Menos mal que las redes sociales han llegado para sacarnos del fango, para hacernos brillar. Ahora al fin somos aquello que siempre quisimos ser. El centro de atención o, lo que es lo mismo, esa abultada piñata que se abre para hacer felices a quienes además de festejarla, la golpean con el palo.