jueves, 31 de diciembre de 2015

Hasta aquí 2015

Gracias a todas las personas que desinteresadamente habéis colaborado 
con este blog.
14.500 visitas. Eso es lo que hemos conseguido este año.

Gracias por leer.

Lourdes, va por ti :).


jueves, 17 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (105). Qué dice Sanidad y qué dice la Ley en España sobre el suicidio.


LIBRO II
Delitos y sus penas

TITULO I
Del homicidio y sus formas

Artículo 143.
1. El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años.


2. Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona.


3. Será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la muerte.


4. El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (104). Agradecimientos.

A todos los autores que he citado, por los libros que han escrito. 

A los amigos inofensivos,
por demostrar que no son términos contradictorios. 
Gracias. 

A Miguel, 
para que deje de pensar en la muerte 
muchos más días de los que nadie debería. 
Por sus palabras,por ayudarme,por su regalo de cumpleaños.
Para que viva sin miedo, para que siga caminando.
Gracias. 


A mi madre, que me desgració la existencia dándomela.
    Porque le encuentra el puto sentido y no abandona, ni a tiros :).


A mi hermano.
    Por su capacidad para enfrentarse al reconocimiento de un cadáver ;).
    Y a casi cualquier drama.


A Carmen, por leerme desde siempre, por quererme, por preocuparse.
    Por merecerse la vida.



A todas las personas que generan la ilusión 
que genera el cambio.
GRACIAS. GRACIAS. GRACIAS. 

A quienes enfrentan lo peor de sí 
y consiguen mejorarlo.

A todas las prendas delicadas. 
Que lo son, por algo.


Aunque esto sea una mierda,
y nosotros completamente imbéciles

VIVAMOS

 

lunes, 14 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (102)


_ último mensaje de voz

          Joder, por precio como una llamada esto de los mensajes, ésto es un negocio. Bueno Marichuchi, soy yo. Que nada que tengo aquí a uno ofreciendo libros para encuadernar a ver si te interesa hacerlo a ti, pero bueno, sin ninguna prisa. Cuando vuelvas de tu viaje por lo largo y ancho de este mundo y en septiembre, me llamas.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (101)


el futuro_
Inspiré profundamente
y escuché el antiguo estribillo de mi corazón
yo soy yo soy yo soy.


El agua está fría. Tal y como imaginaba.


sábado, 12 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (100)


_testigos
El miedo siempre me pone triste antes de vencerme del todo.

Desde que empezamos a salir pasamos muchas horas en este rincón, diciéndonos tonterías y mirando estrellas.
Estábamos aquí cuando ocurrió, apoyados en esta barandilla. Casi no se veía el suelo porque la niebla que sube del río lo cubre todo, así que nada nos alertó hasta que nos pasó por delante. Caminaba despacio, como dando un paseo y escuchaba música. Sonaba a tormento.
Creo que no nos vio.
Unos cinco metros más abajo, medio minuto después, escuchamos el impacto.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (99)


la identidad_
Se suicida uno por todo.

Ser una suicida es una consecuencia de haberos conocido, así como también de mí misma. La semilla viajaba dentro y brotó.
Era sólo cuestión de tiempo.
No hubo una fecha concreta, un hecho por el que decidiese que iba a morir, sino que fue el propio paso de la vida el que me demostró que, si me hubiesen ofrecido esa posibilidad, elegiría no haber nacido. Poco a poco, esta cuestión de la supervivencia se convirtió en un simple problema de curiosidad que, unida a la presión social y familiar fue balanceando mis días suavemente, sin llegar nunca a colmar mis expectativas.
Sé que es en mi propia naturaleza en la que reside la llaga, que luché siempre contra nuestra tendencia a vivir en sociedad, a crear una familia, a creer en lo que no vemos. Fingir, parir, sonreír... esas parecen ser las claves del éxito, pero yo no quiero abrir las puertas por las que todo dios pasa, prefiero ser el carpintero que hace una nueva, aunque nunca llegue a barnizarla, sólo por la propia satisfacción de crearla, para enterrar luego mi llavero en cualquier tiesto.

Intenté que comprendierais que sólo quería ser libre y que por eso me acompañé de soledad, que nunca dejé que os acercaseis demasiado para no herir a nadie, para no avergonzar ni ofender, para desacostumbraros a mi presencia y suavizar la posterior sensación de ausencia... Pero no os entraba en la cabeza. 
No era posible que fuese una desviada, que mis intereses discurriesen tan lejos de los de los demás, que no me amoldase, que no necesitase al mundo en la misma medida en que este fingía necesitarme. Que no fuese a misa, que no cenase en familia, que no enloqueciese por acostarme al lado de alguien, que recorriese las calles sola como una gata brava y que no respondiese a vuestras asfixiantes llamadas. Cuando la cuestión era tan simple. 
Desestimar cualquier ansia de estabilidad. Total para qué, si una vez conseguida nadie sabe qué hacer con ella.
No. Se trataba de algo muy diferente. Depender sólo de mí, asumiendo que no me sentiría menos sola por vivir más acompañada. Pero fue imposible. Siempre había alguien rodeándome, retrasando cruelmente mi deseo, obligándome a entrar en el círculo o a rendirme...
Me agoté porque era diferente, siempre lo sería, y batirse contra el mundo, hace espuma y desgasta a cualquier roca. Por eso elegí deshacerme de esta verdad como de una asquerosa flema y agitar por fin, la bandera blanca.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (98)


_un final cualquiera
Todo pasa.

El primero al que avisaron fue a su hermano.
Era el Aa de su teléfono móvil, y la persona adecuada. Ella sabía que la tenía, como lo sabíamos todos. La capacidad para sobreponerse a cualquier cosa, a tener que identificarla.
Apenas tardó un minuto, que le descompuso la expresión.
Nadie más pudo, ni quiso verla, salvo una enfermera y amiga suya. Alguien que lo sabía. Que era una suicida. Alguien que la quería.
A los demás, nos superó el pavor de no soportarlo, de materializar su muerte en nuestras cabezas, de sentirla fría y mustia, el asco, el hacer cualquier estupidez. También porque la preferíamos viva y sonriente, visceral y apasionada, mal hablada, terca como una mula. Próxima y cálida.
En cuanto le dieron la noticia, la madre se puso como loca. Pasó los dos días de velorio en el hospital, agarrada a una carta que le había escrito.
Los demás, ayudamos en lo que pudimos a prepararlo todo como ella había dispuesto. Es decir, a lo sencillo.
Y así fue.
El día terminó con un auténtico viaje en globo sobre su ciudad, sobre sus puentes, sobre sus horas caminando, sobre su vida hecha polvo cayendo a un río que la eligió y que nos hizo sentir, mientras disolvía sus cenizas, que después de esa muerte, como después de cualquier otra, nada volvería a ser, nunca, como antes.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (97)


el peligro informativo_
Cuando se sale del mar, el mar continúa allí.

Será un caso mediático porque la opción que se barajará desde que aparezca mi cuerpo será la de un posible asesinato. Pero en cuanto registren mi casa, las pertenencias y aparezca lo que he escrito, casi dejará de importar el informe forense.
Rectificadas las primeras informaciones, los periodistas querrán más. Indagar en las causas, hacerse con las memorias, eso será lo que precipite el debate sobre un tema que no es, ni por asomo, tratado habitualmente. Se realizarán montones de averiguaciones, encuestas y sucederá lo que nunca ha sucedido: se harán públicos todos los datos, propiciando que el suceso se convierta en un lucrativo negocio. Se personarán en el domicilio familiar los diferentes medios de comunicación, para seguir la evolución de mis parientes y amistades, las editoriales registrarán cifras nunca vistas por la publicación de lo más íntimo, que de repente se convertirá en una demanda social.
Muchos especialistas saldrán a la palestra escandalizados. Por esa actitud moralmente deplorable, en cuanto que supondrá ignorar una de las principales estrategias de prevención pública del suicidio, la de evitar a toda costa la difusión de este tipo de noticias con un carácter sensacionalista. Informar sería, en estos casos, la peligrosa causa que traería como consecuencia el ya olvidado efecto Werther. Y la censura, defenderán, como lo fue entonces, será la solución más adecuada para evitar una sugestión masiva hacia una conducta autodestructiva.
Contrarios a esta opinión, así como a los dardos tranquilizadores de los poderes públicos, habrá otros tantos favorables al destape informativo, a dar a conocer la verdad, a hablar de cifras, causas, contextos, perfiles, métodos y tipologías, así como al fomento de los estudios destinados a averiguar qué es lo que falla en las sociedades de los países desarrollados para que el índice de suicidios se dispare.
Y mientras estos se baten a duelo, –también contra aquellos que defenderán que suicidarse es un lujo, una excentricidad burguesa– brotarán como setas los teléfonos de la esperanza, asociaciones para la prevención del suicidio, organizaciones en defensa de una muerte libre y oficinas de voluntariado que se centrarán en la celebración de montones de congresos destinados a la sensibilización social y al fomento del debate.

Al margen de todo este follón, se alcanzará un verdadero logro derivado de todo ese barullo, a mayores, claro está, de la creación de numerosos puestos de trabajo pagados por estos grupos reivindicadores de lo suyo a base de chupar las correspondientes subvenciones estatales. Ese logro, será la reedición completa de las obras de Goethe.
Quienes me hayan conocido, sonreirán pensando que, de haberlo sabido, lo habría hecho mucho antes.

martes, 8 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (96)


_despedidas
Qué otra cosa podemos hacer.

La de hoy fue una noche triste y deprimente, de esas en las que descubres que todo termina mucho antes de lo esperado y que las lágrimas de personas que creías incapaces de llorar, dan para salar las pipas de tres girasoles.
Qué tristeza contagia la muerte, qué ausencia de todo, qué ganas de nada... Cuando se pensaba que la suya era una vida aún sin iniciar, resultó que ya había abandonado la lucha. Hoy nos preguntamos el porqué, cómo no pudimos ayudarla, qué fue lo que falló.
Se hizo extraño este vacío, perder su presencia, entrar de nuevo en su casa –llena de ella– y encontrársela falta de sonido. La ropa, los cuadros, la comida pudriéndose en la nevera, los libros, los recortes de prensa, la almohada con la marca de su cabeza, el champú abierto, su cartera...
Quién se hace cargo del perro cuando el dueño muere, quién le echa tripas para revisar sus pertenencias, para ahondar así en su intimidad cuando su olor aún se conserva en el aire... quién se presenta voluntario para contestar a las llamadas y comunicarle la noticia a los que aún no lo saben. Quién camina ahora por las calles sin encontrársela en cada adoquín, en cada escaparate, en cada paso de peatones... Porque pasarán años hasta que el dolor desaparezca y nos permita recordar, hablar de ella, reírnos con las viejas anécdotas, suavizar sus defectos, beatificarla en la distancia, asumir definitivamente su falta... 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (95)


domingos_
...me acordé de todo
sonreí feliz.

Es el último domingo y lo madrugo. Limpio el portal. Mi vecino saca al perro, que me lame. Sonrío. Acabo y entro en casa. Está muy sucia. Abro la nevera y hago medio bocata de chorizo. Bebo cerveza en una copa. Corro las cortinas por si afuera no lo entienden. Ya no habrá más desayunos.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (94)


_goteras
Una voz sin más.

Hablar sola. Será eso lo que eche de menos. Sentirse sola. Dormir de persiana abierta e imaginar qué estará sucediendo al otro lado de la cortina. Extrañar la luz de la farola, el banco en el que vio follar a aquella pareja y la permanente gotera del baño, grotesca melodía que hasta ayer, acompañó a sus sueños.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (93)


gracias_
La recompensa por haber sufrido tanto
es que después nos morimos como perros.

Para ser honesta, diré que se me han saltado unos lagrimones visualizando mi entierro.
El funeral.
Una palabra que, inocente como todas, me revienta. Será porque hasta la muerte pasó a formar parte de un negocio en el que elijo no participar, un espectáculo absurdo que perdió valor desde que no se paga por la entrada. No sé, como que le resta intensidad... como que me aburre que te cagas.
Además, debido a mi tendencia innata a dramatizarlo todo, un adiós tradicional me sabría a poco, qué queréis que os diga. Yo prefiero que después de la autopsia repartan cada trozo reutilizable de mi cuerpo –si quedase algo– por ahí. Que me donen a la ciencia o a alguno de estos artistas jamados que te queman con ácido para exhibirte luego en escabeche en una vitrina.
Quiero que esto sirva para algo, por aquello de no malgastarme y ser útil a alguna de esas vidas que realmente desean ser vividas.
Después, que arropen los jirones restantes con mi manta favorita, de color azul y que escojan entre echarme en un agujero hecho en la tierra, cerca del río y de mis perros, o quemarme y vaciar las cenizas desde lo alto de un puente. Sin caja. Ni de pino, ni de roble ni de corcho. Sin crucifijos. Sin nada. Algo fácil y sencillo.
Son requisitos básicos, aunque sé que a muchos no les entrarán en la cabeza, claro. A todos esos no los quiero allí. Nunca me gustaron los velorios llenos de gente hablando a la que le aprietan los zapatos. Tampoco quiero plegarias, ni rezos, ni manos cruzadas sobre el vientre, ni imágenes que simbolicen aquello en lo que no creo. Deseo respeto y una buena despedida, con lágrimas, risas o silencios sentidos. Y permanecer en vuestras mentes como alguien a quien quisisteis.
Siento que haber nacido no ha valido la pena. Pese a ello, gracias por vuestro tiempo, por las palabras, por la risa y la comida, por las buenas miradas, por cada abrazo, por los silencios, por las locuras, por la presencia necesaria, por las sorpresas, por las lecturas, por algún que otro susurro, por los piropos, por toda esa confianza, por cada ritmo acelerado de mis latidos, por las respuestas que salen de las entrañas, por sufrir por mí, por quererme, a veces. Por tenerme en cuenta, a cambio de nada.

viernes, 4 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (92)


los preparativos_

Todo cuanto poseéis será dado algún día.

Lleva un par de semanas deshaciéndose de lo prescindible. De todo, en realidad, salvo de la vida. A esa se la reserva para el final.

Le sorprende la cantidad de cosas que tiene. Y las tira a la basura.
Conserva olores, pinturas, objetos, libros de los que no quiere desprenderse. Deja notas. Se los deja a personas. También una vieja brújula, que dice Cozumel.
Su lista de palabras, incluido el miedo y la tristeza, serán para el masticador de corazones de papel.
Al Furby loco, lo cuidará su madre.
Algo de ropa, algún bolso, algún pendiente, una taza, fotos de manos, lo escrito, los cd’s, un marco de madera tallada, los bolsillos vacíos, un portátil, una caja de patatas, la nevera llena, un caracol, aceite, tres alfombras de seis euros, una aspiradora, una seta hecha de barro, papeles, la cajita de música, pieles de colores, una hucha que es un cerdito, dos maletas, diez llaveros, varias libretas sin empezar, una impresora, el alquiler de tres meses pagado por adelantado, dos manteles, dos cámaras fotográficas, un muñeco, una grapadora y un paquete de pañuelos de papel.
Para quien lo quiera, para quien lo necesite.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (91)


la muerte_
Todo el mundo sabe que va a morir,
pero nadie se lo cree.

Me pregunto a qué diablos sabrá la muerte.
Me intriga todo en ella y ya no la temo. Sé de su color oscuro y barnizado, del tacto plasticoso, acolchado y hortera, de su olor a invernadero, a ausencia y a cerumen de oído. Observo su rostro deforme, las facciones hundidas, los labios morados, sus ojos congelados.
Es la pelona de los mexicanos, la sombra de pólvora de los sicarios, un orgasmo, la guadaña, el postre del gusano, un recibo de la luz. La pérdida de lo que algún día fuimos y la viva imagen de lo que uno nunca quisiera llegar a ser. Una tarde de domingo, un NO. Una cisterna vacía. Un simple corazón, que se detiene.
Sé que está ahí, allí, que madruga y trasnocha, que a veces se olvida, que siempre regresa. Es lo real, es lo seguro, es la meta. Sé que la muerte no muere.
La muerte, es mi órgano vital.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (90)


_el cáncer
Vivimos esta vida como si llevásemos otra en la maleta.

Cuando la muerte quiere imponerse, tratas de vencerla. Y darse de narices contra un diagnóstico, te empuja a luchar por la vida.
Antes, ni me preocupaba por la salud. La tenía. Tiraba para adelante, nada me frenaba. Pero cuando menos lo esperaba, sucedió. Llegó el primer aviso de muerte y sacudió las emociones a su antojo. Daba vueltas en mi cabeza, cubriéndome de calvas, llenándola de tristeza. Yo ocultaba la pena con pañuelos de colores y pensaba en ella como se piensa en la vida, con la resignación y la indiferencia del que quiere vencer.
Y vencí.
Le gano cada día en que me levanto de la silla, cuando me ordena que me tumbe en el sofá. Y lloro cuando hay que reír. Y río cuando quiero llorar. Y no canto, porque no soy de esas.
Pero me niego a dejarme morir, porque ahora sí que no me da la puta gana.

martes, 1 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (89)


vivir_
Que la vida va en serio, uno lo empieza a comprender más tarde.
Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante.

La vida es inmejorable, en el peor de los sentidos. Te lo han dicho, pero no haces caso hasta que te ves metida en el lío de lleno.
Ahora sé que no soy la misma y que nadie lo es. Los más pequeños crecimos y los mayores, envejecieron. Las cosas dejaron de ser fáciles y divertidas y me encontré en ese absurdo punto al que nunca pensé que llegaría, cuando rechazaba ser como ellos y soñaba con un mundo mejor, hecho a medida de todos.
Tal vez el problema era precisamente ese, que dejé de soñar. Pero de eso se trata el jodido tránsito a la vida adulta, imagino. Saber que estás rodeado de nadies y de nuncas, que vas a caminar durante años por el alambre para finalmente tener que caer sin que la red te ampare.
Así me siento. Como él, como el hombre del minúsculo cuerpecillo.
En mi habitación, pegada sobre el espejo, tengo la fotografía de un cuerpo hecho de yeso a punto de caer al vacío. Es la figura de un ser famélico, tipo escultura de Giacometti, colgado de una cornisa a la que se agarra con la mano derecha, inmensa e irreal, que representa sus ansias de vida y que, al sostenerlo, es su causa. Sus cinco dedos. Sus cinco razones.
Aún así, cada vez que la miro sé que es sólo cuestión de tiempo. Que la mano no resistirá. Que los dedos abandonarán desgastados por la desgana y que el inerte cuerpo de yeso acabará estrellándose contra el suelo.
Y no hay remedio.