sábado, 31 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (58)


_la emoción
...ya no hay mujeres como la que yo quería ser.

Ahora sé que sufría y cuánto. Con todo lo que hemos hablado de ella estos días veo que no supimos quererla, que no supimos frenarla, que no entendimos que cuando sonreía, estaba disimulando. Mi amiga, mi amiga que está muerta, ahora entiendo que era alguien especial, en el mal sentido, en ese que no te deja ser, que puede contigo.
Su ritmo acelerado, debimos sospecharlo, su cabeza siempre activa, como en otra parte, buscando la sorpresa, infantilizando la vida, idealizándolo todo. Eso agota porque es una lucha contra el mundo y su rutina, contra una realidad que la demacraba, de la que vivía un poco al margen, algo aislada, en su propia burbuja de emociones que no lograba dominar.
A veces pienso que se mató porque no encontró a alguien que fuese como ella. Que la entendiese de verdad, su manera de sentir, de afrontarlo, su decisión de no parir, de apoyarse en la palabra, el sonido, la imagen. Alguien que le hablase, que se interesase, que le dedicase tiempo sin tener que suplicárselo.
Yo creo que esto fue lo que la desilusionó del todo, lo que la detuvo. Se cansó de no recibir ni la mitad de lo que intentaba dar. Se le quebró el entusiasmo, la emoción, la alegría que la caracterizaba. Por eso abandonó, por eso se rindió.

viernes, 30 de octubre de 2015

Hombres muertos que camninan (57)


las lágrimas_
Que el mundo es horrible,
es una verdad que no necesita demostración.

Cuando lo deseo con todas mis fuerzas, me resulta imposible. Pero en cuanto dejo de pretenderlo, se me caen de los ojos y me salan las pestañas.
Hoy me dio por ahí, por craquelarme la cara. Porque soy una triste, por lo que sucedió en mi vida y nunca podré contar, por todas las imágenes que se me han fijado sin querer, por la pérdida, por la indiscreción, por lo que te perjudica, por no haber gritado cuando debía, por el primer amor y por el último, por cada persona de la que me distancié sintiendo que me quería, pero esperando a que me lo dijera. Por las injusticias, por los abusos, por el obligado descrédito en la familia a la que esta misma te arrastra, para no consumirme y para limpiar y dar brillo a mis ojos, que se empeñaron en perderlo con el paso del tiempo. Por no maldecir y por no haber ignorado, por no haberme disculpado y por no haber amado, por el sufrimiento que yo misma me obligué a sentir por ser incapaz de conseguirlo. Por no poder volver a creer en nadie. 

jueves, 29 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (56)


_maneras de vivir
Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos a los veinte años.

Somos demasiados los que no podemos hacer otra cosa que no sea vivir de la manera en que nunca quisimos, porque todo está como pautado y no tenemos el valor de darle la vuelta.
Cada año que pasa es peor. Problemas, obligaciones, una familia por la que velar, las relaciones, el trabajo. Es tan complicado no dirigirse hacia donde caminan todos, esa masa que te arrastra y por la que te dejas guiar... Es que es como flotar en el mar, mucho más sencillo. No nadar a contracorriente mientras te observan bajo la sombrilla y te berrean que dejes de hacer el imbécil, que ya te lo decían ellos, que te ibas a ahogar.
El socorrista se acercará para el boca a boca, que para eso le pagan, pero no te dejarán repetir la escena. Los médicos están aquí para dirigirte, igual que los abogados, los periodistas, los curas, los parientes, los guardias civiles, los funcionarios de hacienda, el carnicero, hasta las vendedoras de bisutería saben mejor que tú lo que te conviene, que si llévate el pendiente color bronce que combina con tu cabello dorado como los rayos del sol y esos ojos color miel, cuando en lo que piensan es en largarse cuanto antes a la calle porque en la tienda hace demasiado calor.
Y tú te dejas aconsejar, envuelta por las circunstancias y el papel de regalo. Con toda esa seguridad, que cabe en cuatro bolsas de papel.
Aparentando la vida.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (55)


dudas_

...nadie puede ponerse cabalmente en el lugar del otro,
menos aún juzgarlo.

Tampoco sería tan complicado recular. No hacer sufrir a quien ignora lo que te ocurre. Sí, aunque sea porque quieren ignorarlo.
Se sienten felices e indiferentes en sus casas frente a la tele, cenando o preparando un viaje para el próximo fin de semana, así que no deberías frustrar sus planes de domingo. Mejor reunirlos y contárselo, para escapar de ello y no de tu propia vida, evitar que suceda, conseguir que alguien se escandalice, una reacción que provoque que eches el freno.
Puede que alguno tenga la respuesta, que te dé la solución, que te convenza de que cada respiración no ha sido, ni es, una enorme pérdida de tiempo.

Cómo me gustaría no hacerlo. Cómo me gustaría tener una razón.

Si no fuera porque conozco infinitas maneras de ser infeliz, trataría de persuadirme haciéndome creer que sólo es sueño y no unas tremendas ganas de morir.
Pero no acostumbro a mentirme.  

martes, 27 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (54)


_grita
...dijo que yo era una persona muy difícil.
Que vivo en mi mundo. Que soy un soñador.

Pues aquí me tienes, GRITANDO.
Siempre dije que fuimos amigos por tu insistencia, porque estabas ahí, hasta cuando no hacía falta.
Nunca desconfié de lo mucho que me quisiste.
 Te conocí en un mal momento, cuando estaba repleto de sueños y rodeado de indiferencia y de soledad, eso fue todo. Y te vi como un agujerillo en la pared por el que entraba un poquito de luz. Así que me dediqué a raspar y a raspar hasta abrir un ventanal, porque necesitaba que me escuchasen y valorasen la importancia que para mí suponía ser aquello que quería.
En aquel momento tú pasabas por allí. Así de simple.
Si ya éramos el colmo de la diferencia, con los años cambiamos a peor, pero, aunque me cueste, te voy a contar lo que he observado a través del agujero de mi pared.
Me veo a mí, cada vez más espabilado y egoísta, más guapo, a la caza de un aplauso que me aporte seguridad. Un tipo que pasó a no estar, principalmente cuando se le necesitaba, y en el que ya no quedaban miedos, sino tonterías, apariencia y aires de grandeza.
Y te veo a ti, más cabreada de lo habitual. Tan descuidada en tu físico como siempre. Vulgar, simple y directa, pero menos. Una tipeja para la que me convertí, ahora que me creía alguien, en un cero a la izquierda. Para la que perdí todos aquellos valores que le parecían importantes cuando me conoció. Una charlatana que en otro momento me lo habría dicho, pero que estaba cansada, que tuvo temporadas muy malas de las que ni me quise dar cuenta y a la que no le pregunté desde cuando soñaba o de qué mierda iban sus sueños. A la que le dolía algo tan simple como que nunca estuviese a su lado cuando alguno se cumplía. Ni en el antes, ni en el durante, ni en el después.
Por ese tipo de cosas, a las que yo no daba importancia, decidiste distanciarte. Y actuar. Porque sabías que toda la confianza que habías depositado en mí no había servido de nada. Porque nunca te hablaría con el corazón, con la verdad. Jamás diría algo que no quisieses escuchar, olvidando que eso mismo supondría el auténtico fallo para ti. Porque callar era como darte a entender que ni siquiera yo llegué a conocerte en absoluto, que no supe de qué iba esto de ser amigos, ni lo de confiar en la gente, ni de querer que las cosas funcionasen. Que lo único que necesitaba era tener a alguien a quien contarle mi vida y que lo demás daba igual.
Sé que fue por eso que dejaste de ayudarme, de prestarme atención, de alimentar mi ego cuando veías que rebosaba. Porque olvidé que tenías una vida y que también estabas ansiosa porque alguien la valorase. Y porque te deprimía ver amputaciones de brazos por todas partes, cuando lo único que necesitabas, como todos, era a alguien que te echase una mano. 
 Y sí, ahora que pasó todo, cuando ya es tarde, pienso que me volví gilipollas de remate. Por eso descrucé los brazos y por eso te escribo. Para decirte que sé que no era imprescindible crecer dejando por el camino los esqueletillos de gente para la que constituí una de sus prioridades y que la pereza eterna que impidió que cuidase lo que tenía, acabó perjudicándome. Que de nada sirve ahora esto de ir lloriqueando por las esquinas, porque cuando me asomé a la ventana, ya lo habían bombardeado todo. 
Y tú no estabas.

lunes, 26 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (53)


el silencio_
Si salgo corriendo, tú me agarras por el cuello.
Y si no te escucho ¡grita!
Si te tiendo la mano, tú agarra todo el brazo.
Y si quieres más, pues ¡grita!

     A veces les doy la espalda y no quiero que vuelvan. Quiero que dejen de insistir. De llamarme. De fingir que me necesitan. No se dan cuenta de que me hacen daño y que busco la manera de devolvérselo, aunque tal vez no lo merezcan.
Hacen lo posible por entenderme, por seguir a mi lado cuando me convierto en una ostra, cuando dejo de comprenderlo todo y me sumerjo en lo más profundo para encontrar la fuerza que me saque de nuevo a la superficie, que me ayude a defenderme ante la realidad.
A veces los odio porque no comprenden nada, porque no me arrancan de mi propio destierro, porque no me regresan con ellos, porque no me enseñan a vivir. Pero ese odio no nace más que del amor que les tengo, a su respeto, a su silencio, a los forzados apartes a los que los obligo a someterse, a su persistencia cada vez menor. Los quiero pero me hacen daño, porque yo misma me lo hago al quererlos. Y los culpo, cuando esa culpa se aloja en mí. Pero los quiero, siempre, siempre, siempre los quiero, aunque ese sentimiento me derribe y conmigo a ellos, que quizá nunca lleguen a comprender nada.

domingo, 25 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (52)


_rarunadas
Te hundes en la confusión.
Y entonces conoces a una persona extraordinaria y divertida,
triste y excepcional.

Era curiosa. Un personaje.

Hacía listas de palabras. Decía que eran préstamos, robos o regalos que de vez en cuando repasaba, para recordar a las personas a quienes se las había escuchado.
Si le preguntabas, se entusiasmaba y te contaba con detalle la historia que había detrás de cada una. Le gustaba mucho jugar a este juego de cría.
Era raro. Y conmovedor.

Un día, le pregunté qué haría si tuviese que escoger.
Pues no hacerlo.

Eligió no elegir.

sábado, 24 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (51)


las palabras_
Estés donde estés alguien te observa. Pero no te cuida.

No me gusta desnudarme ante la gente. Si siento que sólo me observan, ni me quito la ropa, ni las mejores palabras.

               hatillo                                                         pentelho                            
                                                  cachorro                                                                 chapiro
                          chirimbolo                                                       talludito            
                                                                        panza                                                    ricura 

                  gajo                    tanzanetes                                   delirio

       espadachinazo                                riachuelo                    ñus              apetitoso

                                   balagandá                                       tiñalpa                            entrañable 
                                                              chirigota                                  chiquilla

     zarzaparrilla                                       futingo                           desgarramantas  

                alpargata                  pegote                         guijarro                             txalaparta
                                                    
                        norretes                                majareta                   barrabasada  
                                      
                                       abracadabrante                                                                     pororoca
                    chacarita                                            hospitalera                     deloirar
                                                 peperere                        
         bambalúas                                                                    divigüada                       pollino                                                                
                                                                   horroroso                                                                                                                                                                                          rostrigo                          garrulo                                                             jopelines

                        rascapuertas                          taxidermista                            amapuche

                                               maruliño                             

viernes, 23 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (50)


_las manos amigas
¡Morir sería una aventura sensacional!

Era un loro. No se callaba nunca.

Estábamos tan tranquilos, tomando café. Y me lo soltó:
- Oye, ¿por qué crees tú que la gente se suicida?
- Pues porque están en su derecho, le dije.

Le dije la verdad. Le di esa respuesta, que quería escuchar.

jueves, 22 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (49)


la desgana_
...estoy cansado de estar cansado...

Nadie parece entender por qué algunas personas queremos morirnos, por qué ese deseo. Yo, por el contrario, no los entiendo a ellos, ni tampoco su apego a la vida, esta carga insoportable.
Lo mismo debiera haber nacido en otro tiempo y vivido todas esas experiencias que han tocado con su varita mágica a los que ponen el grito en el cielo cuando les hablo de la soga y de los raíles del tren.
Qué sé yo.
Puede que ellos no acumulen malos recuerdos, pésimos polvos, pensamientos que les impidan dormir noches enteras. Quizá nunca hubo un mínimo de intensidad en sus vidas y es por eso que ni lo notan, que no les duele que se pierda. Puede que quede gente que carezca de estados de ánimo, que no haya tenido días absolutamente miserables, vacíos y tristes, conforme con su existencia plana, que se dirige en línea recta hacia un fin que planificaron con absoluta meticulosidad. Igual es por eso que no conciben que otros hayamos derrochado tanta energía y acumulado tanta desgana y fracaso, que a mitad de camino sintamos que no damos para más.
Es cierto que a veces no hacen falta grandes dramas ni delirantes tragedias para que quieras acabar con todo. El simple sopor cotidiano te arrastra. Las caras de siempre, las mismas acciones a diario, el calor asfixiante, las conversaciones sobre nada, los retrasos, la mentira, siempre el fútbol, la política.
Me parece justo esperar algo más.
Pero cuando comprendes que ese algo no existe, o sí, pero allá, tan a lo lejos, llega el momento de plantearse si en verdad quieres continuar. Si merece la pena. Porque el idealizarlo todo agota, cuando esto no es más que una montaña de basura amontonada en el jardín.
Para ti ya no vale la pena, no quieres seguir avanzando, porque sientes que no hay avance posible. La vida es algo que ya no necesitas, ya has pasado por ella, se ha detenido. La consumiste, te consumió. Y en tu interior, sólo queda la ceniza.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (48)


_las excepciones
Vencer no es convencer (...) Conquistar no es convertir.
Al menos, intentaba ser buena persona.
Es cierto que dejó de venir a misa, que no echaba dinero en el cepillo, que no rezaba, porque yo la observaba. Sólo asistía a algún que otro entierro y se quedaba al fondo, de pie, o subía a la tribuna, con los hombres.
Es posible que lo hiciese porque no le gustaba que la viesen llorar, aunque lo hacía, o porque sabía que había pocos bancos y que la gente mayor los necesita y se mata por conseguirlos.
Alguna vez coincidimos en el cementerio, cuando venía a limpiar su tumba. Y nunca me ocultó su falta de credo, ni su respeto hacia mí. Por eso no me importaron las críticas, porque estoy en condiciones de asegurar que el aprecio que le tenía era correspondido y por eso asistí a su despedida dejando de lado mi fe y la lástima por no poder darle sepultura como Dios manda.
Sus padres también se llevaron un disgusto, no querían, también por lo que dirían los vecinos, pero el hermano dijo que no, que se la iba a respetar.
Lo cierto es que se puso como loco, pero no lo tomé a mal. Debería haber insistido, debería haberlos convencido de lo contrario, pero no pude. Cómo hacerlo con quien nos considera una multinacional que lucha por alcanzar continuos beneficios, sin detenerse a predicar con el ejemplo, y que sabe tan bien como yo que no somos más que hombres que a cada instante le fallamos a la bondad, a la castidad, a la verdad... igual que los demás.
Quién soy yo, por tanto, para juzgarla, cuando defiendo que el amor de Dios es infinito...

martes, 20 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (47)


dioses_
¿Cristo era un hombre o una cruz?

Es probable que sea cierto. Incluso me atrevo a asegurarlo. Si ocupan hueco en nuestra mente, son reales.
Los dioses, existen.
Sin embargo, este tema de las creencias religiosas se me manifiesta como un problema impuesto y absurdo del que prefiero desvincularme. Igualito que con la cosmética. Yo sé de su existencia, de sus promesas, pero no invierto en ello porque considero que palmarla con un par de estrías más que la que quemó un fajo de billetes para mantener los relieves llenos, es una victoria. Y si las tetas quieren dejarse arrastrar por la gravedad que se descuelguen, que tampoco son un par de obreros cayendo de un andamio.
El ser humano cree en aquello que no ve por pura necesidad, cuando no encuentra soluciones a sus problemas o cuando las que hay, no le convienen. Digamos que recurre a la plegaria por si acaso, cuando ya no queda nada que le pueda salvar el culo. Es sólo por eso, por puro interés, que uno se hinca ante lo celestial.
Creer en Dios, en los santos o en la Iglesia, sería equiparable a pensar que podemos vencer el paso de los años y hacer rebrotar nuestros mustios cuerpos. Por eso me convertí en la que no compra, en la que no se arrodilla ante marcas ni imágenes, en la que asume que las tragedias ocurren, los dientes se pudren y la justicia divina es el temor que inyectan al resto quienes ocultan, bajo un trozo de tela negra, su propia naturaleza. Hasta nuevo aviso, humana.

lunes, 19 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (46)


_razones para morir
...la agresión al sentimiento comienza desde la infancia.

      Era un Adonis, pero aquel trimestre cargó todas las asignaturas y su madre no tuvo piedad. Se encerró con él en el baño y lo peló.
De nada sirvieron ruegos ni súplicas. El centro de su vida, su identidad, su sello de rudo adolescente, se fueron por el desagüe en un tirar de cadena. Sin más.
Y claro que podría haber sido una noche cualquiera, si después de haberse quedado allí llorando, calvorota, no se le hubiera ocurrido ahorcarse con una de aquellas sábanas de lino tan resistentes, tan delicadamente bordadas.

Su familia, desde siempre, un desastre. Paro, droga y depresión, tres garrapatas de las gordas. Aunque ella consiguió esquivar a la mala suerte hasta llegar a las puertas del altar, oye. Una que se libra, un golpe de suerte.
Iba bien bonita e igual de enamorada, a encontrarse con la única persona que representaba un aliciente en su vida. Qué sencillo es decirlo.
Él, esperaba nervioso y plenamente feliz. Tanto, que hasta le dolía el pecho. Tanto, que hasta le faltaba la respiración. Tanto, que allí mismo, al verla entrar, murió de amor.

Guindo era un chuchín gordinflón y simpático al que le gustaba la buena vida, beber vino y dormir la moña. Un cafre.
La última vez que lo vieron, salía de bañarse en el río y perseguía a saltos a una mariposa. Lo llamaron al escuchar los pitidos del tren, una y otra vez.
Él también lo vio venir, pero aquel aletear lo deslumbró...

domingo, 18 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (45)


el respeto_
La ruina estaba dentro.

Se ha molestado en conocerme y sabe que sucederá.
Trata de asumirlo, no hace nada, llora a solas y me suplica con la mirada que lo retrase, porque no es una idea loca, un aire, sino un nubarrón que se instala dentro y te llena de bruma.
Cuando pasan varias semanas, llama para saber si todo va bien. A veces me salva, me entretiene, me hace olvidar las ganas de beberme la botella de lejía. Y juro que se lo agradezco avanzando un par de pasos.
Tal vez lo que toda ideación suicida necesita sea eso. Una, varias, cientos de personas que se interesen, saber que se sirve para algo, que venimos a este mundo para dejar una huella en el resto y la dejamos, que se trata de una gran experiencia, que no todo es producir, generar, mentir, luchar por sobrevivir para tener que abandonar portando sobre la espalda todo ese trabajo, ese sacrificio, los sueños que nunca se cumplen porque no hay tiempo ni posibilidades, el sufrimiento de perder a los que faltan antes que nosotros dejando atrás lo conseguido para nada, para orgullo, tal vez, de generaciones venideras que lo destruirán o que se aprovecharan de ello para encumbrarse como caciques de la calle principal de sus pueblos, sin haber movido un párpado en aras de merecerlo. Porque todo llega con retraso y cuando a otros interesa. Las recompensas no se ofrecen gratuitamente. Siempre hay alguien que quiere sacar tajada ignorando el talento, el esfuerzo que has puesto en conseguir que aquello que haces sea bueno y que casi nadie valorará hasta que sea demasiado tarde, cuando estés agotada o muerta.
Un nombre del que apoderarse, una nueva mascota institucional.

sábado, 17 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (44)


_recompensas
Cada rayo que cae cree que ha terminado con el mundo.

Le gustaba el colegio y odiaba las vacaciones. Tres meses interminables.
Era brillante.
Los dos lo éramos.
Competía con ella, quería ser el primero en acabar los deberes, para que la profesora me dejase jugar con la casita de muñecas.
Lo supo siempre. Y nunca le importó.
Me defendía cuando alguien se burlaba de mí, me secaba las lágrimas. Era tan fuerte, que los niños la dejaban jugar al fútbol. Las niñas sabían que era buena con el chicle más chicle, más chicle americano.
Yo nunca la vi llorar. Yo pensaba que era de hierro.
Luego crecimos y todo cambió. Nuestro brillo cedió ante nuevas caras, nuevos talentos, porque siempre hay alguien que es mejor, o que se lo cree.
Uno puede asumirlo. Seguir compitiendo. 
 
O no. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (43)


la infancia_
No sé en qué momento se me ocurrió dejar de ser niña.



El alpendre me observaba con su vientre preñado de aperos. La guadaña, la piedra de afilar, la guadaña, las hoces, el arca, el tamiz, los martillos, la fragua, las cubas, el rastrillo, las trenchas. Toda mi niñez allí, pudriéndose oculta entre tanto tejer de arañas. Y yo a oscuras, muriendo con el ansia de ver vivos a los que ya no están, con el deseo de poder gritarles sin que ocurriese nada, de que las cosas fuesen como antes, de terminar en aquella otra vida de la que el mismo discurrir me separó. Cualquier cosa para no tener que desembocar en esta elección maldita entre rebajar mis expectativas, o desaparecer.

jueves, 15 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (42)


_la resignación
No hay salida. Quédate y aprende.

Vivió desde los treinta años sentado en un banquito de madera tapizado en terciopelo azul.
Meningitis.
Tenía que estar harto de ver tobillos, pero aprovechó el tiempo y se convirtió en un experto identificador de andares.
Algunas veces se le caían lágrimas de dolor físico, pero 362 días al año sonreía, sonreía. Sonreía.
Sus brazos y sus piernas eran los de su hermana, sorda de nacimiento, que lavaba a mano tinas de ropa a rebosar que dejaba a clareo toda la mañana.
Así como él era su voz y sus oídos.

Los dos murieron en casa de viejos, sonriendo, muriéndose de ganas de aguantar un día más...

miércoles, 14 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (41)


la belleza_
Después de todo, nada.

Era la típica niña mona, núcleo del universo y, por descontado, del pueblo.
Apuraba su caminar con pequeños pasos, meneando una impresionante melena rubia que luchaba contra el viento por acariciar sus curvas perfectas, disparo en la sien a toda una peña de adolescentes de alma caldeada. Se sabía tan poderosa ante ellos, que aprovechaba cada banco, cada rincón oscuro, para hacer brasas con aquellas entrepiernas. 
Luego venía a instruirnos. 
Las más pequeñas no entendíamos demasiado, pero la mirábamos como impresionadas. Ahá.

Los años pasaron, se hizo aún más mujer y encontró lo que buscaba. Era tan alto, tan moreno y tan Tan, que en menos de un año se casaron, compraron una casa y planificaron su maravillosa vida incluyendo en ella a una pequeña de ojos claros. 
Los demás, verdes de envidia. 
Nadie pensó que la mala suerte pudiese cogerle cariño a los guapos. Pero estas cosas pasan y así, un día cualquiera, ni mejor ni peor que el anterior, cuando aún eran felices, una viga y una mala descarga, lo aplastaron todo.
No recuerdo, ni antes ni después de aquel velorio, haber estado en ningún lugar en el que la brutal desesperación se hubiese concentrado de manera tan rotunda en un rostro. Me abracé a ella para darle el pésame y me apretó con tanta fuerza, que se me derritió la coraza. Al separarnos, los restos de su cara de muñeca de porcelana, hermosa y hundida, me lo manifestaron sin más. Todo aquel dominio, aquella feminidad, el pelo teñido, el labio perfilado, la manicura perfecta, el bigote sin pelo. Todo aquel esfuerzo tampoco era suficiente. 
 
Para nosotras, había sido una diosa. Pero serlo tampoco garantizaba nada.

martes, 13 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (40)


_el perdón
Alone.

Sé que fue triste aquella comida en Buenos Aires. Un barrio pijo y los ronquidos de un armenio que yo no escuchaba porque era parte de mí lo que se quemaba esos días en Palestina, donde se seguían carbonizando identidades, títulos, libros y las malditas banderas de siempre.
Luego el cansancio. Un medio enfado absurdo. Una cena a solas en mitad de la Noche Triste y un despertarla de madrugada, hora de irse.
Allí Montevideo y su barullo sucio.
Ella, en silencio, por primera vez.
Caminé delante de sus pisadas hasta el bus, fumándome la pérdida. Después del humo y de Ben Harper, llegó el perdón.

lunes, 12 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (39)


el alambre_
¿Qué es la genialidad?
La capacidad de volver a ser un niño en cualquier momento.


Parecíamos hechas del mismo puñado de barro.
Yo, el punto.
Ella la I.
Nos encontrábamos sin haber quedado y nos reíamos a carcajadas, perdidas en aquel mundo que era un circo lleno de personajes. Y de pulgas :).

Un día, al principio, la llamé por teléfono e improvisé un saludo que la dejó sin palabras. Confundida por mi broma, se equivocó y preguntó: pero... ¿quién soy?
En aquel momento, me reí de su cruce de cables y no supe qué decirle. Ahora sé que el tiempo que le dedicas a alguien que a su vez te lo dedica, lo es todo. Ahora sé que eso es querer.

Conocerla fue el salto a la infancia, a la alegría y al color. Vi su luz y su miedo y la elegí sin que se diese cuenta. Fue un soporte, uno de los verdaderos puntales, un sentimiento, fue lo genial. Y sin duda alguna, una razón para vivir.


LLORA SIEMPRE QUE LO NECESITES.

domingo, 11 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (38)


_las ciudades
...las ciudades están hechas para matar a la gente.

Todas las ciudades son la misma ciudad. 

Cada árbol, un objetivo más contra el que empotrar nuestro coche. 
Asfalto. Aceras de cinco metros. Humo. Atascos. Soledad.

           Demasiado semáforo.


sábado, 10 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (37)


falsas impresiones_
No se nace mujer. Se llega a serlo.

Si no eructas en su cara, eres de las que no cagarán en su baño. Si no tienes coche, es que no conduces. Si te divorcias, eres desgraciada. Si no te finges mujer, un machorro. Si te gusta variar, ligera de cascos. Si tienes trabajo, dinero. Si te suicidas, sólo un problema mental. Si eres guapa, eres feliz. 
       Si no ven el humo ni el canuto, es que no lo has fumado. 

Si no les lloras, eres una insensible. Si no la pregonas, no tienes vida. Si lo que tienes es pareja, es que eres fiel. Si además la quieres, ni hablar de vaginismo. Si no la tienes, lesbiana o virgen. Si no te dura, es que no se la pones dura. 

             Si piensas en alguien, ese alguien pensará en ti. 

Si te ríes, eres tonta. Si te gusta el sexo, una guarra. Si eres discreta, una antigua. Si sólo escuchas, inteligente. Si abortas, se sabrá. Si no pronuncias la palabra, es que no follas. Si no eres madre, no eres nada. Si protestas, un bicho. Si tu ánimo varía, automáticamente bipolar.

           Sólo eres romántica si haces el amor. 

                Si no te gusta nadie, vaya frígida reprimida. Si lees, otra cultureta anorgásmica. Si te casas, es con quien quieres.

               Aquello que marcas, ya es tuyo.

Desilusiónate. La única certeza, es que moriremos.

martes, 6 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (33)


deseos_
Ahora ya sé que el hombre es capaz de grandes actos.
Pero, si no es capaz de un gran sentimiento, no me interesa.

       Que te quieran, que no se mueran los tuyos, conservarlos, que te toque el gordo y el flaco, un auténtico viaje en globo, lo inesperado, ser culpable de una sonrisa, encontrar lo que buscabas sin tener que rebuscar, despertar antes de tiempo y poder dormir una horita más, que no se acabe el sueño, encontrar la solución, viajar, volar, ser feliz, no dudarlo, sentirlo, que te lo digan y saber que es verdad de la que duele y da miedo, pero del bueno. Demostrar que todo es posible si no nos negamos a la posibilidad de que lo sea ..................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................... No despertar.

lunes, 5 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (32)


_los problemas
...huyo para ignorar,
pero no puedo ignorar que huyo...

Lo que sé de ella es lo que sé de todo lo demás. Que nada es lo que parece. Y que no valemos demasiado. Ni siquiera los que miran por encima del hombro y te perdonan la existencia, porque en cuanto se escarba un poco sale el humo, que venden a precio de azafrán.
           Uno no tiene más que mirar a su alrededor y poner la oreja para saber que cada caminante ata a las botas docenas de problemas. El que nació ciego, el que perdió a su madre, la que tiene cáncer, los que gastan más que ingresan, el que no ve cumplido ningún deseo, la que tiene dueño, uno al que le nacieron los críos pegados, aquel que necesita un riñón, los otros dos, que se están separando, el hijo de alguna, que no tiene padre, aquel otro, que lo tiene y lo mata, la de la joyería de la esquina a la que están robando, la abuela de esta niña, a la que se le descolgó la cadera, las de la frutería, que hace un par de meses que no cobran, los secuestrados, aquel que levantó vuelo pero no logra aterrizar, el novio al que plantaron en el altar, la que es puta sin alternativa, el ejecutivo que perdió millones en bolsa, a la que le llevó el coche la grúa, los que se quedaron dormidos y perdieron el barco, la que padece insomnio, los que viven en jaulas o incluso los que se están muriendo en este momento.
           Por más que prefiramos ignorarlo, antes o después, hasta las cabezas más limpias se llenan de piojos.

domingo, 4 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (31)


la miseria_
Aunque sonrían las estadísticas,
se jode la gente.
Algunos viajes te cambian la vida.
Cuando marchas crees que todo lo miserable queda atrás, pero en destino descubres que por ahí tampoco pasó el camión de la basura y que el suelo que pisas está plagado de chicles aplastados.
Ves a la niña de cuatro años medio desnuda, apestosa y piojosa. Abandonada en la calle, sola, con su hermano de meses en el regazo, llorando a moco tendido.
Ves al hombre de sesenta años, traje y corbata. El cartel que cuelga de su cuello durante diez horas. Su primer día de trabajo. Y ya anuncia cortes de pelo a precios increíbles.
   Ves a una mujer que no te ve. Y algunas letras de pintura blanca sobre una caja de cartón: TENGO HAMBRE.
        Ves tu cuenta de correo. La guineana, a la que ya no escribes, te pide condones. Se ha enamorado. Y un embarazo allí, es como una muerte a tres.
        Dejémonos de discursos hipocritillas. Salud y dinero, que todo lo demás, se puede comprar.

Y se compra.

sábado, 3 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (30)


_el amor
El amor es un perro del infierno.

La echo de menos.

También antes, pero nunca se lo dije. Ni tampoco que necesitaba un abrazo de despedida, a poder ser, cada fin de semana. Disfracé la realidad para no dejar al descubierto mis debilidades delante suya y lo único que conseguí fue perderla, que dejase de prestarme su atención para siempre.
Porque tenía esa capacidad, la de ponerse en tu lugar. Y eso era lo que te amarraba a ella como unos grilletes.
Lo que pasa es que estaba fuera de todo esto, de lo cotidiano, de la realidad. Y se cansó de insistir en el sueño, una barrera que le cerraba el paso, al menos conmigo, que no fui capaz ni de dejarme querer para no lastimarla, para no tener que demostrarle que el amor no es más que puro interés y que yo soy un haragán, un egoísta que jamás me preocuparía de su tristeza, que nunca daría más de lo que ella, ni lo mismo, aún consciente de lo difícil que resulta encontrar a alguien que sepa cómo quererte, que se distancie permaneciendo en el aire, por detrás de todas las cartas, de todas las llamadas, de todas las caricias contenidas por respeto a tu persona, a tus deseos, a tu manera de entender la vida. Porque sé que hasta muerta no me dejó, que nunca lo hará. Que continúa siendo una loca que me llevará siempre con ella, que me hablará y que me llorará, que me extrañará y que me esperará, por si algún día, sin saber cómo, ni con qué pretexto, al fin la necesitase.

viernes, 2 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (29)


el desamor_
Quien ha estado en tu corazón una vez, 
lo está siempre.


Qué fácil sería no verte,
no haberte conocido
y así,
no pensarte.
Ocupar rellanos con otras utopías
que no dejan vacío.
No saberte.
Dormir, no soñarte.
Caminar y avanzar camino sin dejar migas de pan
a nadie,
sin seguir senderos de baldosas amarillas.
Hablar, comer, reír, continuar...
Qué fácil sería no escucharte,
no tocarte,
no llorarte, no abrazarte,
si no fuera que eres tú
y esa mirada,
el reflejo en el espejo
de la vida que un día quise.