Fotografía: efialtes_fernando gonzález |
Qué sensación. La de estar suspendidos en el aire. Soñar que volamos, que nos balanceamos en una hamaca, que colgamos las piernas cuando nos sentamos en un muro alto, ver secarse la ropa al sol y algo de viento. La brisa es tan gratificante como cobrar a final de mes. El aire libre es una paga extra. Cada vez hay más problemas de ansiedad, de salud mental, cada vez nos sentimos más heridos e indefensos. No hay soluciones fáciles, pero ojalá esta lo fuera. Parar, respirar, dejarse mecer, tumbarse boca arriba con los ojos cerrados, comernos una zanahoria, masticar lento, hablar despacio, dejar las redes sociales por un tiempo indefinido. Hacer nuevos amigos, quizá con nombre de vaca o de cabra, o de gato. Pasar tiempo con ellos, tal vez acariciarlos, dejarnos lamer. Volver a lo primario, a plantar un tomate, a segar la hierba, a ordeñar. Quién sabe si eso ayudaría. Quien sabe si lo que necesitamos es un tendal en medio de la nada y algo de viento.