Me acuerdo de la masiva manifestación feminista del 8M de 2018, en Vigo, y de cómo nos mirábamos unos a otras sintiendo que allí era donde teníamos que estar.
Me acuerdo de llevar las piernas y las
axilas sin depilar.
Me acuerdo de los canarios amarillos trinando en su jaula y poniéndolo todo perdido de alpiste, en la cocina de mis abuelos.
Me acuerdo de haberme disfrazado de Frida Kahlo y del
tintineo de mis pendientes y collares, que me hicieron pensar en Carlos Fuentes, quien escribió que, antes de vérsela, a Frida se la oía llegar.
Me acuerdo del banco de herramientas de
carpintería que tenía mi abuelo (que no era carpintero) y de un “burro” que
construía con troncos, para sujetar los maderos al cortarlos con la motosierra.
Me acuerdo de la cara de pánico de mi
mejor amigo una vez que fuimos al cine y le di un billete para pagar la
entrada, que resultó ser falso.
Me acuerdo de jugar al escondite en casa
de los vecinos y de esconderme en su viejo cuatro latas.
Me acuerdo de haber comprado con total
entusiasmo un libro rosa de poesía, que nunca llegó a mis manos.