"El colmo fue el segundo lance. Una mañana, caminaba por un andurrial de esos que arañaba a base de pasos. Vio en un pradito un bulto blanco, le extrañó el color y se acercó. Era una cigüeña muerta. se habría roto algo, la habría palmado de vieja, se habría suicidado por no encontrar campanario, yo de pájaros no tengo ni idea.
Ya loco en su desbarre por la comunión con organismos camperos, en vez de con las hostias de toda la vida, la tomó por los pies, o por las zancas, como se llame con lo que pisen estos seres. Se la llevó a casa, y a mí se me revolvían las tripas según me lo iba contando, temiéndome lo peor. Lo peor llegó. La desplumó. Le sacó con un cuchillo los miembros que consideró menos viables y se deshizo de ellos. Troceó el resto y puso los cachos a cocer. Obtuvo un caldo y unos huesos para chupetear, me da asco sólo pensarlo. Parece que no se envenenó. Me dijo que encontró la minuta suave y vigorizante. Qué puta grima."
Santiago Lorenzo