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Cyrano de Bergerac (por
Rafa Costas)
ACTO SEGUNDO
La hostería de los poetas
ESCENA VIII
LEBRET
Si a reprimirse acertara
tu espíritu... mosquetero,
tuvieras gloria, dinero.
CYRANO
¿Y a qué precio lo alcanzara?
¿De qué medios me valdría?
Di. ¿Buscando un protector
y medrando a su favor
cual la hiedra que a porfía
el firme tronco abrazando,
lamiéndole la corteza,
suavizando su aspereza,
va poco a poco escalando
la copa? ¿Yo así medrar?
¿Yo por astucia elevarme?
¿De mi ingenio no acordarme
ni con mi esfuerzo contar?
¡Muchas gracias! ¿Dedicando,
como todos, versos hueros
a ignorantes
financieros,
con el de un bufón trocando
el donaire natural
por la esperanza indecisa
de lograr una sonrisa
de un potentado venal?
¡Gracias! ¿Con la pretensión
de que a su mesa me siente,
arrastrarme cual serpiente
ante estúpido anfitrión,
y ejecutar contorsiones
con agilidad dorsal?
¡No, gracias! ¿Original
talento en sus producciones
suponer en un plagiario,
y adorar noche y mañana
el santo por la peana,
siempre pronto el incensario?
¿Navegar con madrigales
por remos? ¿Sin rumbo cierto
llegar al ansiado puerto
los más rudos temporales
despreciando y las borrascas,
si henchida llevo la vela
de mi frágil barquichuela
con suspiros de tarascas?
¡Muchas gracias! ¿Publicar
versos en casa Sercy
por cuenta propia, y así
fama de autor alcanzar;
y si acierto en un soneto,
pagado de la victoria,
no aspirar luego a la gloria
de un trabajo más completo?
¿Lograr que diez botarates
en su cónclave risible
me proclamen infalible
y aplaudan mis disparates,
y temblar interiormente
por las chanzas indiscretas
que dirijan las gacetas
a mi numen impotente,
aunque repita después
que ello no me da cuidado,
porque me he visto citado
en el
Mercurio Francés?
¡Gracias! ¿Qué cual necio tema
si otro más necio se irrita?
¿Consagrarme a una visita
mejor que a escribir un poema?
¿O, tras mil y mil desgracias,
a sueldo hacer memoriales
u otros oficios triviales?
¡Muchas gracias! ¡Muchas gracias!
En cambio... ¡oh dicha! vencer
gracias al propio heroísmo,
fiando sólo en ti mismo,
pudiendo siempre a placer
himnos de gloria entonar
o denuestos proferir,
soñar, despertar, sentir,
lo que es hermoso admirar;
tener firme la mirada,
la voz que robusta vibre,
andar solo, pero libre,
ponerte, si ello te agrada,
el sombrero de través,
por un sí o un no batirte,
hacer versos o aburrirte,
ser arrogante o cortés;
de la gloria y la fortuna
sin cuidarte, trabajar,
si te place, en preparar
lo absurdo... un viaje a la luna;
no escribir nunca, jamás,
nada que de ti no salga,
y, modesto en lo que valga,
pensar que otro vale más;
¡y contentarte, por fin,
con flores, y hasta con hojas,
como en tu jardín las cojas
y no en ajeno jardín!...
En resumen: desdeñar
a la parásita hiedra,
ser fuerte como la piedra,
no pretender igualar
al roble por arte o dolo,
y, amante de tu trabajo,
quedarte un poco más bajo,
pero solo, siempre solo.
Cyrano de Bergerac
Autor:
Edmond Rostand
Traducción: Luis Vía, José O. Martí, Emilio Tintorer
Farré y Asensio, libreros
Barcelona, 1928