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miércoles, 8 de noviembre de 2023

Vuelta a empezar

Foto: Elena Dean @bicodepulga

Poco se habla de lo bonito que es caminar sin rumbo. Ser un paseante vagabundo, una flecha que sale disparada en múltiples direcciones, como le gustaría a Sylvia Plath, un flâneur. La de cosas que uno puede ver, sentir, escuchar, imaginar y encontrar mientras camina en la búsqueda de nada. Un vecino, por ejemplo, que siempre pasea mirando al suelo, se encontró una cadena de oro, con su Cristo crucificado y todo. Una amiga, que jamás vuelve caminando a casa, se chocó con 50 euros la noche que, sin que nadie supiera por qué, se le dio por ir "dando un paseo." Caminar así, a lo loco, trae suerte. Y además, te pone el culo duro. A mí me ha gustado vagar por las calles de siempre, escuchando música con los cascos, imaginando que vivía otra vida y que era una persona diferente, quizá especial. Aunque esa época pasó, no la de salir a vagabundear con mi verdad a cuestas. Pero siento que, paso a paso, buscando nada, puede que un día me tope con algo que en realidad, estaba deseando encontrar sin saberlo. Entonces se habrá roto la magia. Y tendré que volver a empezar de cero.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (101)


el futuro_
Inspiré profundamente
y escuché el antiguo estribillo de mi corazón
yo soy yo soy yo soy.


El agua está fría. Tal y como imaginaba.


domingo, 20 de septiembre de 2015

Hombres muertos que caminan (17)

la cobardía_

Si uno no espera nada de alguien
nunca se siente desilusionado.

No pretendía que la gente me aceptase tal y como soy. Pero aparentemente, eso era así.
No pedía risas, ni halagos, entre otras cosas porque no podemos ser fabulosos a todas horas, porque cometemos muchos errores y porque necesitamos que de vez en cuando alguien nos guíe, nos aconseje y nos encamine por nuestro mundo.
Ni rocé ese privilegio.
Contar con gente que de verdad se hubiese molestado en conocerme, que cuestionase mi manera de pensar o que me criticase abiertamente por mis modos de proceder. Encontrar a quien se detuviese a mi lado confiándome que hubo momentos en los que me deseó, me envidió, me temió, me aborreció o sintió vergüenza de haberme conocido sin que ello supusiese una ruptura entre nosotros, sino un paso adelante en una relación entre humanos.
Nunca llegué a pedir la ofensa, sino la transmisión de aquello que los demás pensaban y comentaban a mis espaldas, pero con buenas palabras.
Sin gritos.
Que mediante un impulso inesperado me abrazasen, o me vaciasen un azucarillo en la cabeza, por cretina. Que me escuchasen. Que de verdad me quisiesen. Que me lo dijesen. Que me lo demostrasen. Que derrochasen su tiempo conmigo. Quisiera que alguien me esperase en algún lugar, como Anna Gavalda.
Sólo eso. Lo juro. Sólo un jodido acto de valentía.