domingo, 27 de septiembre de 2015

Hombres muertos que caminan (24)


_la experiencia
Nada o casi nada, es para siempre.
Ni tiene por qué serlo.

Cuando todo va bien, es decir, durante aquellos lapsos por los que la vida transcurre de un modo anormal, evitamos pensar que la felicidad es un sentimiento perecedero. Y como nadie escarmienta en cabeza ajena, de nada sirve lo que nos digan. Nos creemos más inteligentes que el resto, que ya se metieron una hostia de cada clase. Pero llega el día en que nos toca y, en un momento, todo se acaba: una pierna seccionada, una embolia, un atropello, una ruptura, una muerte.
Hay que estar preparados para asumirlo, para rendirse.

Llegó a costarme horrores el tener que agachar las orejas, admitir que equivocarse es inevitable, pero en algún lugar escuché que la experiencia es aquello que obtienes cuando no consigues lo que deseas y mi forma de pensar cambió para siempre. Por eso, cada día, antes de comenzar a impartir aula, le encargaba a alguno de mis alumnos izar una bandera blanca. Era un ritual, un acto simbólico, una estupidez si quieres, pero con él pretendía facilitarles el camino, que cuanto antes aprendiesen que una pérdida no es un agravio, ni una ofensa del destino, sino un hecho al que nos tendremos que enfrentar y que deberemos encajar con la mejor de las actitudes para poder sobrevivir.
Siempre se ofrecía voluntaria...

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