La gente no
dejaba de mirarme. Estaba terriblemente pálida y debilitada. Sin
fuerzas para el desprecio. Parpadeé, afronté el último sorbo, salí
a la calle y me precipité al vacío, dejando que el miedo acelerase
el fin de la agonía, a
n
t
e
s
d
e
ll
e
g
a
r
a
l
a g u a.
Salvando tus colores morados yo no estoy a favor de la verticalidad :P.
ResponderEliminarMe he quedado con el agua y las ganas que tengo de darme un chapuzón en el mar :))
Hombre claro, tú eres de las que observa el horizonte subida a una roca, ja, ja. Pues en cuanto lo hayas disfrutado, tírate al mar haciendo la bomba. Harás reír. Salpica. A ver si es contagiosa (la risa, digo).
ResponderEliminarGracias por el comentario, cari ;).