Fotografía: efialtes_fernando gonzález |
Parece fácil, pero ni todo el mundo sabe pensar, ni en ocasiones, quiere. Hay un montón de personas deseando hacerlo por nosotros y la mayoría de las veces, nos dejamos. Que si córtate el pelo, que si cómprate el piso, que si cásate ya, que si come más fruta. Cuánta gente hay dando consejos sin dinero, que es lo que en realidad necesitamos todos los que ya tenemos salud a espuertas. Pensar se pone cada vez más cuesta arriba y hacerlo de manera que nos conduzca a alguna parte, es misión imposible. Mi abuela, por poner un ejemplo, pensaba que yo sería mucho más alta que mi hermano; sin embargo la realidad me apuñaló en cuanto él pegó el estirón y me superó en diez centímetros. He ahí una prueba de que pensar por pensar -que es lo que hacemos la mayoría-, está sobrevalorado. Nos entretiene, vale, que en parte es de lo que se trata, pero no resuelve los grandes problemas universales, cosa que jode. Porque a todos nos gustaría ser sabios para llevarnos -cuando menos- el Nobel, calentito. Mientras tanto hacemos que pensamos y nos creemos dueños de nuestra vida y de nuestras acciones, como si pararnos en el paso de peatones no obedeciese, nunca mejor dicho, a ese semáforo que se pone en rojo aún cuando no vienen coches, porque alguien lo ha programado, pensando, como siempre, en lo que es mejor para nosotros.