Fotografía: Elena Dean @bicodepulga |
Aunque Wikipedia cataloga la suerte como el resultado positivo o negativo de un suceso poco probable, mi definición favorita hasta el momento la da James Mathew Barrie en Peter Pan, cuando cuenta que un niño que buscaba con ahínco un penique por el parque, encontró dos. Pura chiripa. Suerte es también una canción de Shakira, el nombre de una administración de loterías de O Porriño, y el trébol de cuatro hojas. Mala suerte es cruzarse, por ejemplo, con un gato negro, aunque sea de tu vecino. A todos nos ha pasado. Con cierta frecuencia hemos tenido golpes fatales, rachas que es preferible olvidar. Parece fácil, pero no, valorar nuestro nivel de fortuna. Todo depende, imagino, de con quién nos comparemos. Depende del enfoque. No soy Siri Hustvedt, pero tampoco una mujer afgana. No soy una PAS, pero tampoco una momia. No me ha tocado la lotería, pero al menos tengo trabajo. Aún así, aún estando en ese confortable punto medio, evitamos pasar por debajo una escalera. Nos da pánico que se nos rompan los espejos. Compramos Budas y los metemos en casa, aunque se hayan quedado totalmente desfasados. Me pregunto qué sucedería si solo tuviésemos buena suerte. Si obtuviésemos todo aquello que deseamos. Me pregunto si esos deseos tendrían fin. Y si ese fin sería bueno. Pero ya no. Ya no será posible saberlo. Puto gato. Puto gato negro.