sábado, 19 de septiembre de 2015

Hombres muertos que caminan (16)

_el abuelo
No quiero que la gente muera.

Me miro al espejo y a duras penas me reconozco. Demasiada arruga. Demasiada vida.
Mil cosas y ninguna en mi cabeza. Mi mirada, siempre perdida.
Eso la desconcertaba.
Lo notaba cada fin de semana, cuando llegaba y me aseaba, aquel duende a quien ya no reconocía, pero por el que sentía cierta simpatía.
A veces, también ella miraba al espejo, que detallaba mis ausencias. Y se preocupaba, porque las lágrimas se agolpaban en sus ojos llenos de estrellas.
Yo disimulaba, hacía como que no me daba cuenta, y esperaba a que terminase de lavarme, de peinarme o de afeitarme.
Me gustaba el tacto de aquellas manos jóvenes acariciando con suavidad mi cara, propinándome un último golpecito en la nariz, dándome a entender que ya estaba, que era el momento final de ese pequeño placer, de los pocos que me quedaban ya por vivir.
Y como ahora, me levantaba, me sentaba o me acostaba sobre la cama, esperando el paso de las horas cada vez más lento, sin tener verdadera noción de ellas, ni de mí, ni de todo cuanto sucede a mi alrededor...


2 comentarios:

  1. Uno de mis favoritos!! Siempre me gustó este momento del afeitado!

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