_el
abuelo
No quiero que la gente
muera.
Me miro al espejo y a duras penas me
reconozco. Demasiada arruga. Demasiada vida.
Mil cosas y ninguna en mi cabeza. Mi
mirada, siempre perdida.
Eso la desconcertaba.
Lo notaba cada fin de semana, cuando
llegaba y me aseaba, aquel duende a quien ya no reconocía, pero por
el que sentía cierta simpatía.
A veces, también ella miraba al espejo,
que detallaba mis ausencias. Y se preocupaba, porque las lágrimas se
agolpaban en sus ojos llenos de estrellas.
Yo disimulaba, hacía como que no me
daba cuenta, y esperaba a que terminase de lavarme, de peinarme o de
afeitarme.
Me gustaba el tacto de aquellas manos
jóvenes acariciando con suavidad mi cara, propinándome un último
golpecito en la nariz, dándome a entender que ya estaba, que era el
momento final de ese pequeño placer, de los pocos que me quedaban ya
por vivir.
Y como ahora, me levantaba, me sentaba o
me acostaba sobre la cama, esperando el paso de las horas cada vez
más lento, sin tener verdadera noción de ellas, ni de mí, ni de
todo cuanto sucede a mi alrededor...
Uno de mis favoritos!! Siempre me gustó este momento del afeitado!
ResponderEliminarA él tb le gustaba :-) . La espuma de afeitar es lo mejor :-) .
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