Sumergirme bajo el agua
y sentir cómo los problemas se disuelven
durante unos segundos
en los que no puedo respirar.
Salir a flote,
a la realidad de mi compañero de calle
que me sobrepasa con holgura.
Volver a hundirme
y notar como desaparezco
de este mundo.
Subir de nuevo
y arrastrar sobre el agua mi agonía
transparente y dura
como una silla de plástico.