Me acuerdo del mono de peluche que llevaba colgado en el coche mi amiga Carmen, al que le pusimos el nombre de Spike, como el colega guarrete de Hugh Grant en Notting Hill.
Me acuerdo de no tener teléfono en casa.
Me acuerdo de quitarle el contenido a las empanadas para comerme sólo la masa.
Me acuerdo de una vecina de mi aldea, que se cardaba tanto el pelo que parecía que llevase un nido en la cabeza.
Me acuerdo de quedarme dormida en una cama sobre un Pilot azul turquesa y de que este destiñese en parte de la sábana, ganándome el apodo, desde entonces, de Peggy Blue.
Me acuerdo de hacer una especie de comecocos de papel y pintarlo de colores.
Me acuerdo de meter una moneda en una máquina tragaperras y ganar algo de dinero y de cómo un amigo me miraba pensando que era una ludópata.
Me acuerdo de comprar sellos en un estanco y de pegarlos en el sobre pasándolos primero por la lengua.