Fotografía: efialtes_fernando gonzález La oscuridad puede preceder a cosas maravillosas: la peli que siempre quisiste ver, algún que otro magreo, la comida de la nevera, o la llama de tu Zippo favorito al abrirse. Vivir en la penumbra puede tener su gracia, aunque a veces sientas que estás ahí, aparcado, como el coche de segunda mano en el que aprendiste a conducir. Porque, cuando menos te lo esperas, vas y consigues venderlo a un precio razonable a ese desconocido que te cae tan bien. Lo oscuro alberga la importancia de lo secreto, de aquello que no se puede desvelar a bajo coste. En la oscuridad nos movemos a tientas, con cuidado, para no darnos con el meñique contra esa línea recta que es el marco de la puerta y que nos espera ahí, tramposilla, para provocarnos un dolor inaudito. Lo mejor es calzarse. Pero seguir tanteando, palpando las paredes, los muebles, las cortinas. Darle valor a la capacidad de intuir, de imaginar, de crear nuevas atmósferas. De soñar a ciegas, sabiendo que lo oscuro también es peligroso y nos atañe. Sabiendo que lo oscuro, es la muerte de mi madre. Lo oscuro, es el recibo de la luz. |
martes, 22 de febrero de 2022
Lo oscuro
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martes, 8 de febrero de 2022
Llamadas
Fotografía: efialtes_fernando gonzález |
Aún no lo sabéis, pero resulta que tengo una amiga imaginaria. Nos conocemos desde pequeñas, y , aunque hemos estado un tiempo alejadas, a veces juego a recrear y ella, como sin querer, se une a la fiesta. Gracias a esta foto, hemos vuelto a recuperarnos. Y es que al verla, le ha dado por pensar en el tipo de personas que serán esas que dejan un anuncio por palabras junto a su número de teléfono, en plena calle. "A lo mejor no es su número", le digo. "A lo mejor dan el de su suegro, o el de su prima favorita". Bromistas hay a porrillo. Pero mi amiga dice que no, que no hay más que leer, para saber que los que escriben esos anuncios son gente formada y con sueños por cumplir: dar clases particulares, vender peluches para pagarse los estudios o alquilar por horas a un marido manitas (con sus múltiples interpretaciones). "La gente que pega anuncios en las farolas merece un respeto", me repite. "Porque saben los que es bregar contra el viento y el celofán". Pero, ¿y los que rasgan el papelito? ¿Qué clase de personajes son? Ella disculpa a los que llaman, calificándolos de entes responsables a los que le gusta la sensación de ayudar, del deber cumplido. Pero, ¿y los que no lo hacen? ¿qué castigo merecemos aquellos que arrancamos el número y lo guardamos en el bolsillo hecho un gurruño sin la intención siquiera, de reciclarlo?
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