lunes, 30 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (88)


_la elegida
Hoy he estado con ella.

No soy yo. Nunca lo soy. Ellos me eligen y piden que acaricie su soledad con mi aliento. Sólo son necesarias un par de miradas y sé que tengo que hacerlo, que más tarde o más temprano, serán míos.
Todos estos años de oficio me han hecho paciente. Prefiero que vengan convencidos, seguros, calmados. No tener que amenazarlos con mi presencia, no aterrarlos con mi contacto. Así es más rápido, creedme, sé de lo que hablo. La muerte, al igual que la suerte, no ayuda si uno no le echa una mano. Por eso me gustan tanto los suicidas. Les tengo cariño. Los admiro. Por la intriga que provocan en los demás, de no saber cuál es el motivo. Y porque me facilitan los trámites.

Muchos defienden que lo fácil es matarse, abandonar cuando se tienen problemas, no dar con la solución, pero mi planteamiento es diferente, porque no hay drama que supere la dureza de enfrentarse al frío sepulcral de las aguas de un río, sabiendo que la última imagen que verás será la tuya, deformada por su oscuro reflejo. Y todo aquel que no entienda eso, que no se apure, que aguarde paciente, que con seguridad un día, cuando lo atrape, me dará la razón.

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