domingo, 15 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (73)


la maldad_
Me cago en el que se inventó los complejos
 y me cago en su puta madre.

Era muy tarde, pero en las calles no cabía una víscera más.
De cada pub salían docenas de universitarios celebrando cualquier cosa, y pensé en lo fabulosa que había sido aquella época para mí.
Hasta que lo encontré en un portal, llorando. 
 
Me senté a su lado y limpié el rimel que le chorreaba por la cara. 

Tenía unos preciosos ojos negros, a juego con una personal manera de vestir, de ser, de enfrentarse, llena de picos, calaveras y cadenas. 
Es lo extraño, es el contraste.  
El roto, por dentro.
Su mejor amiga lo había dejado tirado para ir a reconciliarse con uno al que se tiraba, así que se arrimó a una pared mientras se le pasaba el mosqueo, poniendo posturitas interesantes. 
Bingo. 

Se le acercaron un par de tipas, subidas de maquillaje y de copas, pero se lo quedaron mirando como gilipollas. Qué triste y repetitivo es todo. Qué cruel es el cerebro, qué débil, el corazón. 
Una de ellas, la espectacular, se lo escupió a la cara:
pero que cosa más fea y más fofa que eres.

Y él, incluso así de adornado, no pudo enfrentarse a algo tan árido, a esa verdad sin filtro, a esa maldita noche. 
Y se quiso morir.

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