_el
pesimismo
No
se suicidan más que los optimistas,
los optimistas que ya no pueden
seguir siéndolo.
Los
demás, ¿por qué deberían morir si no tienen ninguna razón para
vivir?
Soy
pesimista.
Según el diccionario, el pesimismo,
psicológicamente hablando, es la tendencia a ver el lado malo de las
cosas. Yo lo llamo pasar de los sesenta, mirar al mar y no ver el
pescado, sino las raspas. No se trata de un estado vocacional, sino
más bien de algo íntimo y francamente familiar, la clásica marca
que te deja el anillo de viudo en el dedo. Un vacío que es no estar
lleno, ni medio lleno, ni llenito. Entrar en casa y
convivir con una escombrera, basura emocional que no ha desaparecido
con su propietaria. Mi mujer está muerta.
Mi mujer se suicidó cuando éramos
felices.
En terapia de grupo conoces a gente con
vidas horribles. Pero ni yo le pegaba palizas, ni ella me ponía los
cuernos. La nuestra fue una historia de amor normal. Por eso no
hablo, no sé qué decir, no sé qué pasó. Luego me voy a tomar una
copa con una amiga, una optimista que no sabe que lo es y le digo que
los hombres somos muy cobardes. Que a los quince años de casado casi
la engaño, que no se lo dije, pero lo notó. Yo dudé. Ella aguantó.
Ahora estoy solo. Me siento solo.
Estoy preparado para una relación, para ir a cenar, me gustaría echar un polvo, pero todas piden amor. Y yo no quiero mentir, yo sigo enamorado de alguien que no está. Esa es la verdad.
Le pregunto si lo entiende. Ella me dice que sí. Y que no soy un pesimista, sino alguien que ha tenido mucha suerte a su lado, mucha mujer.
Estoy preparado para una relación, para ir a cenar, me gustaría echar un polvo, pero todas piden amor. Y yo no quiero mentir, yo sigo enamorado de alguien que no está. Esa es la verdad.
Le pregunto si lo entiende. Ella me dice que sí. Y que no soy un pesimista, sino alguien que ha tenido mucha suerte a su lado, mucha mujer.
Acaban de avisarme. Se ha suicidado.
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