sábado, 28 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (86)


_el pesimismo
No se suicidan más que los optimistas, 
los optimistas que ya no pueden seguir siéndolo.
Los demás, ¿por qué deberían morir si no tienen ninguna razón para vivir?

Soy pesimista.
Según el diccionario, el pesimismo, psicológicamente hablando, es la tendencia a ver el lado malo de las cosas. Yo lo llamo pasar de los sesenta, mirar al mar y no ver el pescado, sino las raspas. No se trata de un estado vocacional, sino más bien de algo íntimo y francamente familiar, la clásica marca que te deja el anillo de viudo en el dedo. Un vacío que es no estar lleno, ni medio lleno, ni llenito. Entrar en casa y convivir con una escombrera, basura emocional que no ha desaparecido con su propietaria. Mi mujer está muerta.
Mi mujer se suicidó cuando éramos felices.
En terapia de grupo conoces a gente con vidas horribles. Pero ni yo le pegaba palizas, ni ella me ponía los cuernos. La nuestra fue una historia de amor normal. Por eso no hablo, no sé qué decir, no sé qué pasó. Luego me voy a tomar una copa con una amiga, una optimista que no sabe que lo es y le digo que los hombres somos muy cobardes. Que a los quince años de casado casi la engaño, que no se lo dije, pero lo notó. Yo dudé. Ella aguantó.
          Ahora estoy solo. Me siento solo. 
Estoy preparado para una relación, para ir a cenar, me gustaría echar un polvo, pero todas piden amor. Y yo no quiero mentir, yo sigo enamorado de alguien que no está. Esa es la verdad. 
Le pregunto si lo entiende. Ella me dice que sí. Y que no soy un pesimista, sino alguien que ha tenido mucha suerte a su lado, mucha mujer.
 
Acaban de avisarme. Se ha suicidado.

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