_la
corriente
Nada era diferente. Lo
único diferente eras tú.
No es que fueras mucho
mayor o algo así. No era eso exactamente.
Eras diferente, eso es
todo.
No
era corriente y lo demostraba a menudo.
Detestaba que los demás tuviesen que
doblegarse ante determinadas injusticias. Por eso ponía todo su
empeño en alcanzar pequeños logros que parecían un imposible.
El día que vino a visitarme salimos a
pasear con mis abuelos por el parque. En una de las terrazas, una
hirviente pareja de maricones.
Mis viejos los espiaban de medio lado,
incómodos y escandalizados, haciendo ademanes para que nos
largásemos cuanto antes de allí. Pero cuanto más escandalizados se
mostraban, más sonriente y testaruda ella, disfrutando de aquel
apacible domingo. Por eso, en cuanto hicieron el intento de
levantarse, se giró hacia mí y me arrimó los morros, lengüetazo
incluido, durante al menos medio minuto.
Hasta los gays se quedaron sin habla.
En lo que respecta a mis abuelos, se
hundieron de nuevo en el hoyo de sus asientos, abrumados ante aquel
gesto falso, pero real.
La verdad es que no estuvo mal, aunque
yo estaba muerta de vergüenza.
Pero mientras a mi familia se le
derrumbaban los esquemas, ella allí, como si nada, descojonada de la
risa, gozando de una situación que, cuando menos, permitió que nos
terminásemos las cervezas y los cacahuetes.
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