jueves, 26 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (84)


_autocrítica
La vida es esencialmente un estado de precariedad y a menudo de aflicción,
donde cada uno ha de bregar y luchar por su existencia...

Y quién no se siente responsable. No sirve de nada poner excusas, achacarlo a su manera de vivir, a una tara mental, a la cobardía. El problema no son ellos ni su debilidad, sino nosotros, el consorcio de maldad que mariposea a su alrededor y que disfruta con su desgracia.
Cada mirada mal asestada, cada gesto de desprecio, cuando cada palabra es pólvora, provocamos la gangrena. Lo hacemos indiscriminadamente, muchas veces de manera involuntaria, posiblemente para deshacernos de nuestra propia alambrada de complejos y miserias. Fotocopiamos el daño que nos produjeron como niños vengativos: en mí rebota y en ti explota. Recibimos la hostia y tenemos que devolverla como sea. Lo de aguantarse ya no se lleva y así, acabamos con todo y con todos.
Eso mismo hicimos con ella. 

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