la
soledad_
Supongo
que es imposible entrar en la soledad de otro.
Estamos solos.
Verdad verdadera.
Somos humanos.
Seres frágiles y mentirosos que tienden a asociarse, a intercambiar
alianzas. A obligarse a. A prodigar su felicidad como tórtolas. A
poseer. Un objeto, un puesto, una persona. A intercambiar las caretas
para esquivar el hecho de que nadie podrá estar nunca en nuestro
lugar, que cada uno tiene el suyo y que cada uno de estos, es ajeno a
los demás.
Pero somos
egocéntricos. Necesitamos sentirnos alguien, ser importantes, contar
con un público, aplausos, aunque como en el teatro, la vida también
se repite y va perdiendo espectadores. Primero la familia, más tarde
los colegas y por último la pareja, la definitiva gran decepción.
En cuanto decae la obsesión sexual, regresamos al anonimato. De ahí
que nos reproduzcamos, para volver a ser alguien en la vida de otro.
Los más importante. Para tener el control y que dependan de nosotros
hasta que crezcan y volvamos a estar como al principio, claro, pero
mucho peor. Porque para entonces, sin comprender muy bien cuándo
sucedió, ya nos habremos convertido en el principal enemigo.
El paso de la vida
no es más que la lucha del hombre por aplazar su problema, su
incapacidad para reconocer la individualidad, para reconocer que está
solo.
De ahí su
principal temor, su miedo a la muerte.
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