martes, 17 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (75)


la hipocresía_

...quiero conocerlos a todos pero
ni siquiera sé el nombre del vecino de al lado.

La bondad, el esfuerzo, la sensatez y el sufrimiento que cada uno de nosotros invertimos en nuestras propias vidas debería ser suficiente como para que alguien tratase de ayudarnos y llegase a valorar nuestra existencia como sobrevalora la suya. Pero nunca es así, porque la vida no es más que una gran mentira en la que todos queremos creer.
Durante mucho tiempo intenté encontrar a alguien que no buscase la ofensa, sino la constante defensa de lo mucho que existe de defendible en el resto de las personas. Que se dejase de pudores y rescatase una palabra amable, que no esperase a su muerte para rendirle un homenaje. Pero somos seres falsos y absurdos. Nos sindicamos, apadrinamos niños, ingresamos dinero en cuenta para reconstruir las barracas tumbadas por el paso de los huracanes, donamos sangre, nos dan penita los nenes barrigudos de África pero, en cambio, cuando enferma nuestra madre, o el suegro, o un hermano, y toca limpiarles la escara, nos desentendemos. Somos los más solidarios, pero ni miramos para el vecino que se muere de hambre, duerme en el cajero y pide a las puertas del supermercado.
Claro que preferimos pensar que los verdaderos problemas únicamente existen a miles de kilómetros de distancia, pero no es así. Están aquí, a nuestro lado y sería hora de intentar solucionarlos aunque huelan, sin el apoyo de papaíto y mamaíta, ni del marketing, ni de las cámaras, que sólo filman contenidos –a ver si nos enteramos de una vez– que se puedan retransmitir en horarios de máxima audiencia.

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