martes, 27 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (54)


_grita
...dijo que yo era una persona muy difícil.
Que vivo en mi mundo. Que soy un soñador.

Pues aquí me tienes, GRITANDO.
Siempre dije que fuimos amigos por tu insistencia, porque estabas ahí, hasta cuando no hacía falta.
Nunca desconfié de lo mucho que me quisiste.
 Te conocí en un mal momento, cuando estaba repleto de sueños y rodeado de indiferencia y de soledad, eso fue todo. Y te vi como un agujerillo en la pared por el que entraba un poquito de luz. Así que me dediqué a raspar y a raspar hasta abrir un ventanal, porque necesitaba que me escuchasen y valorasen la importancia que para mí suponía ser aquello que quería.
En aquel momento tú pasabas por allí. Así de simple.
Si ya éramos el colmo de la diferencia, con los años cambiamos a peor, pero, aunque me cueste, te voy a contar lo que he observado a través del agujero de mi pared.
Me veo a mí, cada vez más espabilado y egoísta, más guapo, a la caza de un aplauso que me aporte seguridad. Un tipo que pasó a no estar, principalmente cuando se le necesitaba, y en el que ya no quedaban miedos, sino tonterías, apariencia y aires de grandeza.
Y te veo a ti, más cabreada de lo habitual. Tan descuidada en tu físico como siempre. Vulgar, simple y directa, pero menos. Una tipeja para la que me convertí, ahora que me creía alguien, en un cero a la izquierda. Para la que perdí todos aquellos valores que le parecían importantes cuando me conoció. Una charlatana que en otro momento me lo habría dicho, pero que estaba cansada, que tuvo temporadas muy malas de las que ni me quise dar cuenta y a la que no le pregunté desde cuando soñaba o de qué mierda iban sus sueños. A la que le dolía algo tan simple como que nunca estuviese a su lado cuando alguno se cumplía. Ni en el antes, ni en el durante, ni en el después.
Por ese tipo de cosas, a las que yo no daba importancia, decidiste distanciarte. Y actuar. Porque sabías que toda la confianza que habías depositado en mí no había servido de nada. Porque nunca te hablaría con el corazón, con la verdad. Jamás diría algo que no quisieses escuchar, olvidando que eso mismo supondría el auténtico fallo para ti. Porque callar era como darte a entender que ni siquiera yo llegué a conocerte en absoluto, que no supe de qué iba esto de ser amigos, ni lo de confiar en la gente, ni de querer que las cosas funcionasen. Que lo único que necesitaba era tener a alguien a quien contarle mi vida y que lo demás daba igual.
Sé que fue por eso que dejaste de ayudarme, de prestarme atención, de alimentar mi ego cuando veías que rebosaba. Porque olvidé que tenías una vida y que también estabas ansiosa porque alguien la valorase. Y porque te deprimía ver amputaciones de brazos por todas partes, cuando lo único que necesitabas, como todos, era a alguien que te echase una mano. 
 Y sí, ahora que pasó todo, cuando ya es tarde, pienso que me volví gilipollas de remate. Por eso descrucé los brazos y por eso te escribo. Para decirte que sé que no era imprescindible crecer dejando por el camino los esqueletillos de gente para la que constituí una de sus prioridades y que la pereza eterna que impidió que cuidase lo que tenía, acabó perjudicándome. Que de nada sirve ahora esto de ir lloriqueando por las esquinas, porque cuando me asomé a la ventana, ya lo habían bombardeado todo. 
Y tú no estabas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario