_el
perdón
Alone.
Sé que fue triste aquella comida en
Buenos Aires. Un barrio pijo y los ronquidos de un armenio que yo no
escuchaba porque era parte de mí lo que se quemaba esos días en
Palestina, donde se seguían carbonizando identidades, títulos,
libros y las malditas banderas de siempre.
Luego el cansancio. Un medio enfado
absurdo. Una cena a solas en mitad de la Noche Triste y un
despertarla de madrugada, hora de irse.
Allí Montevideo y su barullo sucio.
Ella, en silencio, por primera vez.
Caminé delante de sus pisadas hasta el bus, fumándome la pérdida. Después del humo y de Ben Harper, llegó el perdón.
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