miércoles, 21 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (48)


_las excepciones
Vencer no es convencer (...) Conquistar no es convertir.
Al menos, intentaba ser buena persona.
Es cierto que dejó de venir a misa, que no echaba dinero en el cepillo, que no rezaba, porque yo la observaba. Sólo asistía a algún que otro entierro y se quedaba al fondo, de pie, o subía a la tribuna, con los hombres.
Es posible que lo hiciese porque no le gustaba que la viesen llorar, aunque lo hacía, o porque sabía que había pocos bancos y que la gente mayor los necesita y se mata por conseguirlos.
Alguna vez coincidimos en el cementerio, cuando venía a limpiar su tumba. Y nunca me ocultó su falta de credo, ni su respeto hacia mí. Por eso no me importaron las críticas, porque estoy en condiciones de asegurar que el aprecio que le tenía era correspondido y por eso asistí a su despedida dejando de lado mi fe y la lástima por no poder darle sepultura como Dios manda.
Sus padres también se llevaron un disgusto, no querían, también por lo que dirían los vecinos, pero el hermano dijo que no, que se la iba a respetar.
Lo cierto es que se puso como loco, pero no lo tomé a mal. Debería haber insistido, debería haberlos convencido de lo contrario, pero no pude. Cómo hacerlo con quien nos considera una multinacional que lucha por alcanzar continuos beneficios, sin detenerse a predicar con el ejemplo, y que sabe tan bien como yo que no somos más que hombres que a cada instante le fallamos a la bondad, a la castidad, a la verdad... igual que los demás.
Quién soy yo, por tanto, para juzgarla, cuando defiendo que el amor de Dios es infinito...

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