_Eliseo
...
lo que yo quiero es ser feliz
e
irradiar a mi alrededor esa felicidad.
Todos los días, sobre las seis de la
tarde, aparecía con su saco de lona y se colocaba en el mismo lugar,
sobre los adoquines. A veces parecía cansado, o apenado, pero en
cuanto se cubría de maquillaje y de ropas de payaso, cambiaba.
Vertía entonces su enorme sonrisa sobre el público y se sacaba de
la manga impactantes números de magia, un zoológico hecho con
globos de colores y algún que otro monigote, con el que mantenía
simpáticas conversaciones en medio y medio.
Sólo los días de lluvia recogía los
trastos antes de tiempo y se acercaba al bar de la esquina para pedir
que se lo guardasen todo. Luego se cerraba en el baño, se quitaba la
pintura y salía a repartir los globos que no había conseguido
vender.
Venga, venga, que se van a
desinflar...
De Eliseo aprendimos la importancia de
las palabras ilusión y bondad, que murieron atropelladas en un paso
de peatones, cuando cruzaba hacia nuestro parque, el día en que ella
cumplía nueve años.
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