heridas_
Estoy
cansada de ser un tema.
Tal
vez debería rendirme.
Me fui haciendo
más y más débil.
Sentía como si
pequeños trocitos de mí se fuesen pudriendo cada vez que alguien me
hacía daño. Parecía una vieja intentando recuperar la ilusión y
la ignorancia propia de la infancia cuando ya no era posible, porque
había demasiadas cosas que me preferiría desconocer, pero que
sabía. Porque se desgastó la parte buena que pensé no perder nunca
y porque permanentemente me abrasaba el recuerdo de mis antiguos
naufragios.
Afrontar el mundo
era esa tarea agotadora sin posibilidad de éxito, porque llega el
día en que lo comprendes todo. Que nadie da nada si no es a cambio
de algo. Que los padres se convierten en enemigos y los amigos, en
muñecos de trapo. Que el amor es interés y que la casa que creías
tuya, pertenece a los bancos. Que no hay inocentes aunque no todos
sean culpables y que caíste aquí para vagar tristemente, a pesar de
que todos digan que tienes en tus manos la llave de la felicidad.
Asimilas que no
habrá nadie, jamás, que alivie las penas de tu alma. Y por eso te
detienes. Es como dejar de discutir cuando sabes que no van a
razonar, cuando lo que tú necesitas es tranquilidad, descanso, paz.
En este caso,
dejar de respirar.
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