la hipocresía_
...quiero
conocerlos a todos pero
ni siquiera sé el nombre
del vecino de al lado.
La bondad, el
esfuerzo, la sensatez y el sufrimiento que cada uno de nosotros
invertimos en nuestras propias vidas debería ser suficiente como
para que alguien tratase de ayudarnos y llegase a valorar nuestra
existencia como sobrevalora la suya. Pero nunca es así, porque la
vida no es más que una gran mentira en la que todos queremos creer.
Durante mucho
tiempo intenté encontrar a alguien que no buscase la ofensa, sino la
constante defensa de lo mucho que existe de defendible en el resto de
las personas. Que se dejase de pudores y rescatase una palabra
amable, que no esperase a su muerte para rendirle un homenaje. Pero
somos seres falsos y absurdos. Nos sindicamos, apadrinamos niños,
ingresamos dinero en cuenta para reconstruir las barracas tumbadas
por el paso de los huracanes, donamos sangre, nos dan penita los
nenes barrigudos de África pero, en cambio, cuando enferma nuestra
madre, o el suegro, o un hermano, y toca limpiarles la escara, nos
desentendemos. Somos los más solidarios, pero ni miramos para el
vecino que se muere de hambre, duerme en el cajero y pide a las
puertas del supermercado.
Claro que
preferimos pensar que los verdaderos problemas únicamente existen a
miles de kilómetros de distancia, pero no es así. Están aquí, a
nuestro lado y sería hora de intentar solucionarlos aunque huelan,
sin el apoyo de papaíto y mamaíta, ni del marketing, ni de las
cámaras, que sólo filman contenidos –a ver si nos enteramos de
una vez– que se puedan retransmitir en horarios de máxima
audiencia.
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