viernes, 12 de junio de 2015

Casi feliz :))))

Qué solos estamos todos, qué pequeños.
ANA MANRIQUE


– Dime, para ti, ¿qué es lo mejor?
     Verás, te explico. En estos últimos años, me he acordado mucho de una antigua compañera de colegio –cuando yo iba al colegio y tenía amigos, o algo así–. Una de éstas que también tuvo una niñez de mierda, cansada de conocer orfanatos y familias de acogida que le reventaban la mollera con el cuento de que la querían como padres y todas esas mariconadas que luego resultan no ser tan reales, ya sabes.
       Bueno, pues ella siempre decía que no hay nada mejor que sentirse queridos. Ya ves tú. Una mocosa sola para siempre en el mundo a la que no le hacía caso más que un perro piojoso al que abandonaron a la puerta de la escuela.
      Pero cuanta razón tenía la condenada, oye. Años después, llegué a la conclusión de que da igual lo que cada uno de nosotros pueda querer a los demás, o el interés o tiempo que les dediquemos, que como nuestra endiablada persona no se sienta correspondida y acariciada por alguien de este puto mundo, viviremos hundidos en lo más oscuro. El resto da igual, tía. Hasta la puta salud, créeme. Que te quieran, tía. Esa es la puta clave de la felicidad.
       Tú ¿eres feliz?

Ya. Imagino que uno sólo sabe eso cuando está a las puertas de la muerte. Por aquello del túnel, de la luz y del repaso que dicen que le das a todo lo que ocurrió en tu vida antes de cerrar los ojos. Ahora que, a ver qué jodido fantasma fue el que lo dijo, porque yo aún no he visto a nadie volver del agujero para contarme sus experiencias.
Cuentos, tía. Putos cuentos.

Por supuesto que la echo de menos, pero si quieres que te diga la verdad, prefiero que mi duende esté lejos de aquí y no pueda verme. Arrastrándome como una babosa, sin equilibrio y sin fuerza para agarrar estas jodidas muletas...
– Fueron un préstamo del Comité, pero van de culo si piensan que se las voy a devolver. Con éstas hago mi feria cagando hostias... Tú deja que me cruce con una de esas viejas cojas de ruta diaria, reinas de la bondad y madrinas vitalicias del espíritu samaritano... que se las empaqueto al momento.
¿Para qué coño crees que las acepté? ¿No ves que es imposible caminar con esto? Tú no sabes las hostias que me he arreado, cómo resbalan las hijas de puta en el suelo mojado... Y después ¿a quién coño llamo para que me ayude a levantarme? Si la mitad de la ciudad piensa que con un estornudo ya le voy a contagiar el bicho...
Que no, que no. Que les den por culo. Y que las maneje quien sepa... O quien quiera. Más humillaciones gratis no, pero gracias.


– Perdona por no venir ayer, tía, pero es que no tenía aliento ni para salir de casa.
– De la casa de acogida, joder, que también, hay que explicártelo todo... En fin, el asunto es que estoy mal, cada vez peor, pero no es nada nuevo. Y como no se puede dar marcha atrás, cuanto más rápido avance, mejor.
Yo qué sé. Ya no me sienta la comida. No retengo nada en el cuerpo. Ni los putos yogures, que es lo único que tolero desde hace años. Me dicen que pruebe con los tarritos de comida para niños, pero me niego a pagar un dineral por ese puré de berzas, qué quieres que te diga. Prefiero gastarlo en tabaco, que sé que me va a matar antes, pero a placer.

     Disculpa, pero tengo que ir pitando al baño a echar el café. Pagas tú, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario