viernes, 16 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (43)


la infancia_
No sé en qué momento se me ocurrió dejar de ser niña.



El alpendre me observaba con su vientre preñado de aperos. La guadaña, la piedra de afilar, la guadaña, las hoces, el arca, el tamiz, los martillos, la fragua, las cubas, el rastrillo, las trenchas. Toda mi niñez allí, pudriéndose oculta entre tanto tejer de arañas. Y yo a oscuras, muriendo con el ansia de ver vivos a los que ya no están, con el deseo de poder gritarles sin que ocurriese nada, de que las cosas fuesen como antes, de terminar en aquella otra vida de la que el mismo discurrir me separó. Cualquier cosa para no tener que desembocar en esta elección maldita entre rebajar mis expectativas, o desaparecer.

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