lunes, 19 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (46)


_razones para morir
...la agresión al sentimiento comienza desde la infancia.

      Era un Adonis, pero aquel trimestre cargó todas las asignaturas y su madre no tuvo piedad. Se encerró con él en el baño y lo peló.
De nada sirvieron ruegos ni súplicas. El centro de su vida, su identidad, su sello de rudo adolescente, se fueron por el desagüe en un tirar de cadena. Sin más.
Y claro que podría haber sido una noche cualquiera, si después de haberse quedado allí llorando, calvorota, no se le hubiera ocurrido ahorcarse con una de aquellas sábanas de lino tan resistentes, tan delicadamente bordadas.

Su familia, desde siempre, un desastre. Paro, droga y depresión, tres garrapatas de las gordas. Aunque ella consiguió esquivar a la mala suerte hasta llegar a las puertas del altar, oye. Una que se libra, un golpe de suerte.
Iba bien bonita e igual de enamorada, a encontrarse con la única persona que representaba un aliciente en su vida. Qué sencillo es decirlo.
Él, esperaba nervioso y plenamente feliz. Tanto, que hasta le dolía el pecho. Tanto, que hasta le faltaba la respiración. Tanto, que allí mismo, al verla entrar, murió de amor.

Guindo era un chuchín gordinflón y simpático al que le gustaba la buena vida, beber vino y dormir la moña. Un cafre.
La última vez que lo vieron, salía de bañarse en el río y perseguía a saltos a una mariposa. Lo llamaron al escuchar los pitidos del tren, una y otra vez.
Él también lo vio venir, pero aquel aletear lo deslumbró...

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