_el
amor
El
amor es un perro del infierno.
La
echo de menos.
También antes, pero nunca se lo dije.
Ni tampoco que necesitaba un abrazo de despedida, a poder ser, cada
fin de semana. Disfracé la realidad para no dejar al descubierto mis
debilidades delante suya y lo único que conseguí fue perderla, que
dejase de prestarme su atención para siempre.
Porque tenía esa capacidad, la de
ponerse en tu lugar. Y eso era lo que te amarraba a ella como unos
grilletes.
Lo que pasa es que estaba fuera de todo
esto, de lo cotidiano, de la realidad. Y se cansó de insistir en el
sueño, una barrera que le cerraba el paso, al menos conmigo, que no
fui capaz ni de dejarme querer para no lastimarla, para no tener que
demostrarle que el amor no es más que puro interés y que yo soy un
haragán, un egoísta que jamás me preocuparía de su tristeza, que
nunca daría más de lo que ella, ni lo mismo, aún consciente de lo
difícil que resulta encontrar a alguien que sepa cómo quererte, que
se distancie permaneciendo en el aire, por detrás de todas las
cartas, de todas las llamadas, de todas las caricias contenidas por
respeto a tu persona, a tus deseos, a tu manera de entender la vida.
Porque sé que hasta muerta no me dejó, que nunca lo hará. Que
continúa siendo una loca que me llevará siempre con ella, que me
hablará y que me llorará, que me extrañará y que me esperará,
por si algún día, sin saber cómo, ni con qué pretexto, al fin la
necesitase.
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