sábado, 17 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (44)


_recompensas
Cada rayo que cae cree que ha terminado con el mundo.

Le gustaba el colegio y odiaba las vacaciones. Tres meses interminables.
Era brillante.
Los dos lo éramos.
Competía con ella, quería ser el primero en acabar los deberes, para que la profesora me dejase jugar con la casita de muñecas.
Lo supo siempre. Y nunca le importó.
Me defendía cuando alguien se burlaba de mí, me secaba las lágrimas. Era tan fuerte, que los niños la dejaban jugar al fútbol. Las niñas sabían que era buena con el chicle más chicle, más chicle americano.
Yo nunca la vi llorar. Yo pensaba que era de hierro.
Luego crecimos y todo cambió. Nuestro brillo cedió ante nuevas caras, nuevos talentos, porque siempre hay alguien que es mejor, o que se lo cree.
Uno puede asumirlo. Seguir compitiendo. 
 
O no. 

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