jueves, 15 de octubre de 2015

Hombres muertos que caminan (42)


_la resignación
No hay salida. Quédate y aprende.

Vivió desde los treinta años sentado en un banquito de madera tapizado en terciopelo azul.
Meningitis.
Tenía que estar harto de ver tobillos, pero aprovechó el tiempo y se convirtió en un experto identificador de andares.
Algunas veces se le caían lágrimas de dolor físico, pero 362 días al año sonreía, sonreía. Sonreía.
Sus brazos y sus piernas eran los de su hermana, sorda de nacimiento, que lavaba a mano tinas de ropa a rebosar que dejaba a clareo toda la mañana.
Así como él era su voz y sus oídos.

Los dos murieron en casa de viejos, sonriendo, muriéndose de ganas de aguantar un día más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario