miércoles, 9 de diciembre de 2015

Hombres muertos que caminan (97)


el peligro informativo_
Cuando se sale del mar, el mar continúa allí.

Será un caso mediático porque la opción que se barajará desde que aparezca mi cuerpo será la de un posible asesinato. Pero en cuanto registren mi casa, las pertenencias y aparezca lo que he escrito, casi dejará de importar el informe forense.
Rectificadas las primeras informaciones, los periodistas querrán más. Indagar en las causas, hacerse con las memorias, eso será lo que precipite el debate sobre un tema que no es, ni por asomo, tratado habitualmente. Se realizarán montones de averiguaciones, encuestas y sucederá lo que nunca ha sucedido: se harán públicos todos los datos, propiciando que el suceso se convierta en un lucrativo negocio. Se personarán en el domicilio familiar los diferentes medios de comunicación, para seguir la evolución de mis parientes y amistades, las editoriales registrarán cifras nunca vistas por la publicación de lo más íntimo, que de repente se convertirá en una demanda social.
Muchos especialistas saldrán a la palestra escandalizados. Por esa actitud moralmente deplorable, en cuanto que supondrá ignorar una de las principales estrategias de prevención pública del suicidio, la de evitar a toda costa la difusión de este tipo de noticias con un carácter sensacionalista. Informar sería, en estos casos, la peligrosa causa que traería como consecuencia el ya olvidado efecto Werther. Y la censura, defenderán, como lo fue entonces, será la solución más adecuada para evitar una sugestión masiva hacia una conducta autodestructiva.
Contrarios a esta opinión, así como a los dardos tranquilizadores de los poderes públicos, habrá otros tantos favorables al destape informativo, a dar a conocer la verdad, a hablar de cifras, causas, contextos, perfiles, métodos y tipologías, así como al fomento de los estudios destinados a averiguar qué es lo que falla en las sociedades de los países desarrollados para que el índice de suicidios se dispare.
Y mientras estos se baten a duelo, –también contra aquellos que defenderán que suicidarse es un lujo, una excentricidad burguesa– brotarán como setas los teléfonos de la esperanza, asociaciones para la prevención del suicidio, organizaciones en defensa de una muerte libre y oficinas de voluntariado que se centrarán en la celebración de montones de congresos destinados a la sensibilización social y al fomento del debate.

Al margen de todo este follón, se alcanzará un verdadero logro derivado de todo ese barullo, a mayores, claro está, de la creación de numerosos puestos de trabajo pagados por estos grupos reivindicadores de lo suyo a base de chupar las correspondientes subvenciones estatales. Ese logro, será la reedición completa de las obras de Goethe.
Quienes me hayan conocido, sonreirán pensando que, de haberlo sabido, lo habría hecho mucho antes.

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