la
identidad_
Se
suicida uno por todo.
Ser una suicida es
una consecuencia de haberos conocido, así como también de mí
misma. La semilla viajaba dentro y brotó.
Era sólo cuestión
de tiempo.
No hubo una fecha
concreta, un hecho por el que decidiese que iba a morir, sino que fue
el propio paso de la vida el que me demostró que, si me hubiesen
ofrecido esa posibilidad, elegiría no haber nacido. Poco a poco, esta cuestión de la supervivencia se convirtió en un simple
problema de curiosidad que, unida a la presión social y familiar fue
balanceando mis días suavemente, sin llegar nunca a colmar mis
expectativas.
Sé que es en mi
propia naturaleza en la que reside la llaga, que luché siempre
contra nuestra tendencia a vivir en sociedad, a crear una familia, a
creer en lo que no vemos. Fingir, parir, sonreír... esas parecen ser
las claves del éxito, pero yo no quiero abrir las puertas por las
que todo dios pasa, prefiero ser el carpintero que hace una nueva,
aunque nunca llegue a barnizarla, sólo por la propia satisfacción
de crearla, para enterrar luego mi llavero en cualquier tiesto.
Intenté que
comprendierais que sólo quería ser libre y que por eso me acompañé
de soledad, que nunca dejé que os acercaseis demasiado para no herir
a nadie, para no avergonzar ni ofender, para desacostumbraros a mi
presencia y suavizar la posterior sensación de ausencia... Pero no
os entraba en la cabeza.
No era posible que fuese una desviada, que mis intereses discurriesen tan lejos de los de los demás, que no me amoldase, que no necesitase al mundo en la misma medida en que este fingía necesitarme. Que no fuese a misa, que no cenase en familia, que no enloqueciese por acostarme al lado de alguien, que recorriese las calles sola como una gata brava y que no respondiese a vuestras asfixiantes llamadas. Cuando la cuestión era tan simple.
Desestimar cualquier ansia de estabilidad. Total para qué, si una vez conseguida nadie sabe qué hacer con ella.
No era posible que fuese una desviada, que mis intereses discurriesen tan lejos de los de los demás, que no me amoldase, que no necesitase al mundo en la misma medida en que este fingía necesitarme. Que no fuese a misa, que no cenase en familia, que no enloqueciese por acostarme al lado de alguien, que recorriese las calles sola como una gata brava y que no respondiese a vuestras asfixiantes llamadas. Cuando la cuestión era tan simple.
Desestimar cualquier ansia de estabilidad. Total para qué, si una vez conseguida nadie sabe qué hacer con ella.
No. Se trataba de
algo muy diferente. Depender sólo de mí, asumiendo que no me sentiría menos sola por vivir más acompañada. Pero fue imposible.
Siempre había alguien rodeándome, retrasando cruelmente mi deseo,
obligándome a entrar en el círculo o a rendirme...
Me agoté porque
era diferente, siempre lo sería, y batirse contra el mundo, hace
espuma y desgasta a cualquier roca. Por eso elegí deshacerme de esta
verdad como de una asquerosa flema y agitar por fin, la bandera blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario