la cobardía_
Si uno no espera nada de alguien
nunca se siente desilusionado.
No
pretendía que la gente me aceptase tal y como soy. Pero
aparentemente, eso era así.
No pedía risas,
ni halagos, entre otras cosas porque no podemos ser fabulosos a todas
horas, porque cometemos muchos errores y porque necesitamos que de
vez en cuando alguien nos guíe, nos aconseje y nos encamine por
nuestro mundo.
Ni rocé ese
privilegio.
Contar con gente
que de verdad se hubiese molestado en conocerme, que cuestionase mi
manera de pensar o que me criticase abiertamente por mis modos de
proceder. Encontrar a quien se detuviese a mi lado confiándome que
hubo momentos en los que me deseó, me envidió, me temió, me
aborreció o sintió vergüenza de haberme conocido sin que ello
supusiese una ruptura entre nosotros, sino un paso adelante en una
relación entre humanos.
Nunca llegué a
pedir la ofensa, sino la transmisión de aquello que los demás
pensaban y comentaban a mis espaldas, pero con buenas palabras.
Sin gritos.
Que mediante un
impulso inesperado me abrazasen, o me vaciasen un azucarillo en la
cabeza, por cretina. Que me escuchasen. Que de verdad me quisiesen.
Que me lo dijesen. Que me lo demostrasen. Que derrochasen su tiempo
conmigo. Quisiera que alguien me esperase en algún lugar, como Anna
Gavalda.
Sólo eso. Lo
juro. Sólo un jodido acto de valentía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario