_ladridos
Prefiero
desaparecer.
Los que la conocíamos bien, lo
sabíamos. Que iba a suceder, que se mataría. Que decidiría cómo y
cuándo, sin intervenciones ni consultas. Libremente, según su
criterio, guiándose por su interior. Como hizo en vida.
Era así. Alguien muy normal que quizá
pretendía ser absolutamente diferente. Pero el día a día y su
tristeza, sobre todo su tristeza, la castigaban. Podían con ella.
Era una atormentada y lo sabía, me lo decía. Que no podía con
esto, con la vida, que no la soportaba, que no iba a resistir.
Yo me callaba, porque eran sentencias,
era excesivamente independiente. Tal vez fue eso lo que nos echó
para atrás. Porque ahora que pasó, veo que hubiéramos podido
evitarlo, haberla hecho callar, quererla a su manera. Pero resultaba
más cómodo dejarlo pasar, porque es difícil vivir, salir adelante,
afrontar cada día. Todos nos quejamos, ladramos mucho, intentamos
hacer más ruido que el de al lado, llamar la atención, importarle a
alguien. De eso se trata.
Nos compras con tu cariño
le decíamos sonriendo, pero creo que eso la ponía aún más triste
y ahora lo entiendo. No quería comprar a nadie. Pretendía que la
quisiéramos como nos quería. Así, como de regalo. Que se lo
dijésemos, porque ella lo hacía. Si con nuestras acciones y
nuestras palabras hubiésemos tumbado su desesperación, hoy estaría
aquí, estoy segura, y esto es lo que me mina, el cargo de
conciencia. Haber dejado transcurrir el tiempo confiando en la
suerte. Saber que no podrá ver esto, cómo se la quiere y se la
recuerda, cómo afectó la noticia a tanta gente. Comprobar que no
iba de farol, que no eran sólo ladridos. Sentir el dolor de su
pérdida, como se siente la dentellada de un lobo.
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