miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hombres muertos que caminan (20)

_ladridos
Prefiero desaparecer.

Los que la conocíamos bien, lo sabíamos. Que iba a suceder, que se mataría. Que decidiría cómo y cuándo, sin intervenciones ni consultas. Libremente, según su criterio, guiándose por su interior. Como hizo en vida.
Era así. Alguien muy normal que quizá pretendía ser absolutamente diferente. Pero el día a día y su tristeza, sobre todo su tristeza, la castigaban. Podían con ella. Era una atormentada y lo sabía, me lo decía. Que no podía con esto, con la vida, que no la soportaba, que no iba a resistir.
Yo me callaba, porque eran sentencias, era excesivamente independiente. Tal vez fue eso lo que nos echó para atrás. Porque ahora que pasó, veo que hubiéramos podido evitarlo, haberla hecho callar, quererla a su manera. Pero resultaba más cómodo dejarlo pasar, porque es difícil vivir, salir adelante, afrontar cada día. Todos nos quejamos, ladramos mucho, intentamos hacer más ruido que el de al lado, llamar la atención, importarle a alguien. De eso se trata.
Nos compras con tu cariño le decíamos sonriendo, pero creo que eso la ponía aún más triste y ahora lo entiendo. No quería comprar a nadie. Pretendía que la quisiéramos como nos quería. Así, como de regalo. Que se lo dijésemos, porque ella lo hacía. Si con nuestras acciones y nuestras palabras hubiésemos tumbado su desesperación, hoy estaría aquí, estoy segura, y esto es lo que me mina, el cargo de conciencia. Haber dejado transcurrir el tiempo confiando en la suerte. Saber que no podrá ver esto, cómo se la quiere y se la recuerda, cómo afectó la noticia a tanta gente. Comprobar que no iba de farol, que no eran sólo ladridos. Sentir el dolor de su pérdida, como se siente la dentellada de un lobo.

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