martes, 9 de junio de 2015

Casi feliz :)



A Rafa.
A Xosé Vilamoure.

A los que además de mirar, ven.


No seríamos felices si nos distrajésemos de la felicidad el tiempo que se necesita para saber que somos felices, entre otras cosas porque la felicidad es algo que cuaja cuando ya no tiene remedio su estropicio, como ocurre con las flores, que huelen más cuando les pasa por encima el coche de los muertos.
JOSÉ LUIS ALVITE. Cuando no quede nadie en tu letra.


Hay cosas que uno vive y después, con el tiempo,
comprende que las ha vivido para luego recordarlas.
ARTURO PÉREZ-REVERTE


Sí, sí, ya te dije que me llamo Rafa. Y ni sueñes con que hago esto por otra cosa que no sea la pasta. A mí me da igual el puto rollo ese de la inmortalidad... Precisamente lo que quiero es morir de una puta vez. 
– Claro que soy drogadicto y seropositivo y todas esas mierdas con las que tanto se llenan la boca los que cotorrean sin experimentarlo, en la tele. Estoy metido en esto desde hace más años que kilos peso y lo único que me queda por probar es el sabor de la tierra. Así que espero que me pagues la estancia por allá abajo.
Perdona ¿me puedes limpiar los mocos? Mierda tía, es que ya no tengo fuerzas ni para agarrarme el pito...

– Qué quieres que te diga. Claro que en esta ciudad hay hijos de puta aprovechados. Cabrones que te parten la cara en cuanto te tienen delante.
Pero la culpa fue mía, por volver para aquel juicio de mierda. Yo que estaba tan bien en casita de mi abuela... Claro que aquello también era como habitar en otro mundo porque, ya sabes, los viejos van a su puta bola –como nosotros– y tres cojones les importa lo demás, aunque te echen esos discursitos sobre la vida y cómo vivirla, ellos que nunca vieron el puto mar. Aunque allí por lo menos tenía plato caliente, techo y cama. Me faltaba ella, pero para eso tengo cabeza y pensamientos.
– Por supuesto que me acuerdo de ella, tía. Y eso que ya hace que no nos vemos. Se fue no sé adonde a trabajar –ya sabes, aquí no hay nada– pero pienso que volverá cuando yo muera. Tengo su teléfono, así que ya avisé en el Comité para que le peguen un toque cuando llegue el día.
Es bastante maja, así que creo que vendrá.

Que ¿cómo la conocí? Yo que sé, tía. Imagino que como a todos, en la calle. No sé, tal vez le vendí una flor, le pedí un cigarro o cualquier otra mierda.
Lo que sí recuerdo es la primera vez que fijé en ella... y ella en mí.
– Pues porque me lo dijo después, joder. Fue durante unas navidades horribles que pasé en el hospital porque a cuatro subnormales hijos de perra se les ocurrió liarse conmigo a hostias y partirme la cara, para no variar.
Pero ya sabes, allí en cuanto te tienes en pie te echan fuera, que no son una casa de huéspedes, te dicen, y no hay cama ni para el que está enfermo. Así que en fin de año, con una lluvia y un frío de mierda, diez puntos en la cara y las costillas molidas, volvía a estar de nuevo en la calle, rodeado de la puta felicidad hecha escotes y zapatos de tacón.
Ella tiene una apariencia normal ¿sabes? E imagino que por eso destacó aquel día, porque no iba toda puesta para la ocasión y porque fue la única que me saludó al verme, arreándome un par de besos que me supieron a gloria.

Uno nunca aprecia lo suficiente los abrazos hasta que deja de recibirlos... 
Te lo digo yo.

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