El
nombre, de por sí, ya es de lo más chistoso.
Mi
vecino me dijo:
oye me aburro ¿y si jugamos a saltar al potro con el
perro?
Vale.
Si se deja...
Él
nos miró en plan a
mí es que me la suda...
así que le dimos al asunto palante.
Imaginaos la escena.
Noventa
y seis centímetros de mastín moteado atravesado en un campo de tierra.
Atónito, pero en paz. Un niño-ardilla de ocho años, cogiendo
carrerilla. Lupo,
tú ahí quieto eh, quieto.
Y el chucho tranquilito, que
sí hombre que sí, que ya te oí la primera vez.
Yo,
aún más niña, esperando mi turno en plan saltamos
la valla y ganamos la batalla.
¡Acción! Bajo la claqueta, él se arranca, se apoya, brinca,
intenta marcarse un Nadia Comaneci, falla en el ángulo y le arrea
un patadón al perro, que tiene cabeza de gorila.
Es
como cuando un toro embiste a un caballo y lo tumba.
El mastín, como si nada. El niño, disimulando. El campo era de gravilla :).
Es
que te ríes, o te ríes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario