lunes, 20 de octubre de 2025

Cómo y a quién echar de menos

Soy especialista en echar de menos algo, o a alguien. Ahora que es de noche, por ejemplo, echo de menos la claridad con la que me despierto por las mañanas. Echo de menos a los perros de la familia que se fueron muriendo uno tras otro, a pesar de haberlos querido como una más. Echo de menos a mis amigos, cuando los llamo para quedar y no pueden, o no quieren. Echo de menos las conversaciones íntimas, el sexo con amor por ambas partes, reír a carcajadas. Ya siempre echaré de menos a mi madre. A mis amigos Luis y Carmen. Echo de menos la lealtad. Los abrazos cuando a alguien se le ocurre darte sólo dos besos y tú necesitas algo más. Los masajes de pies. Echo de menos la bica de maíz y el pollo frito de mis abuelas, la alegría de la juventud. Echo de menos el pan centeno de mi pueblo, oír hablar a José Saramago, el sabor de la piña que probé en Brasil, tomar café con mi hermano los domingos, cuando le toca trabajar. Echo de menos tener tiempo libre para leer, soñar despierta o escuchar las diferentes músicas del mundo. Echo de menos ir con frecuencia al cine y al teatro, tener un sofá mucho más cómodo. Pero cada día consigo, también, echar menos de menos. Porque cada día actúo más. Hablo, más. Cocino, más. Camino, más. Abrazo, más. Llamo a mi padre, más. Quiero, más. Y lo digo, más. Por si acaso me pillase la muerte, cualquier día, despistada y añorando cualquier cosa. Como un día más, menos. Y que sea tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario