lunes, 17 de febrero de 2025

Cómo superar la muerte de una perra.


A mi hermano.

Susana y Kira. Amor a primera vista.
Foto: Jorge Pereira Fiuza

Querer a un perra es algo relativamente sencillo. Un día llega, te mira, te olisquea con su trufilla húmeda, te pega un lametazo. Y ya estás jodida. Has caído en la red de sus miraditas y  gimoteos de cachorrilla idolatrable. No es tuya, pero como si lo fuera. La ves cuatro veces al año, pero qué cuatro veces, oiga. Todo son sobeteos y rascadas de panza. Babas por aquí, mordisquitos por allá. Paseos hasta el riachuelo, brincos de felicidad. Querer a una perra está tirado, desde luego, y desear que no se muera nunca, es algo comprensible. Pero un día, ese día llega. Está viejita, es mayor, respira mal, oye poco, apenas ve, se atraganta y una mañana, deja de ir a buscar su galleta de recompensa. Un día se muere y ya. Con la muerte se van los ladridos, las marañas de pelo, los truños por el jardín. Se va su cara de felicidad al ver a sus dueños, el lamer sus muñecas, el masticar piedras y pelotas de tenis, el gruñirle al vecino que le cae mal. Un día deja de responder al nombre de Kira, desaparece su cuerpo y no vuelve más. Para superar la muerte de una perra ha habido que quererla, que alimentarla, que acariciarla, que nombrarla miles de veces. Por eso hay que seguir hablando de ella, sonreír con sus travesuras, recordar sus momentos míticos. No es obligatorio sustituirla inmediatamente por otra y llamarla igual, hay que enmarcar su mejor foto y sonreírle, hay que recodarla desde la alegría de sus trece años de existencia y no desde el dolor de su pérdida. Para superar la muerte de una perra es necesario ser fuerte e inteligente, realista y capaz, tener claro que toda vida se acaba y evitar el drama. Hay que retirar su pienso y su mantita, despedirse del cadáver con dulzura y dejarla ir, compartir el duelo con la familia y quererse, como ella nos habría querido, aprendiendo a vivir un poco, siguiendo su ejemplo disfrutón y cariñoso, traviesillo y feliz. De vida perruna :).


 Vídeo: Kira y Nube



8 comentarios:

  1. Merlín, Merla, Gala, Lúa, Blasi, Bruce, Lula, Max, Rocco, Leo, Dora, Blanqui, Cari(dad), Espe(ranza), Nino, y así desde hace tanto, jugando y paseando, cuidando y con la casa peluda… 🤗

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  2. Hai algo na conexión cos animais 'domésticos' que vaia máis alá da súa dependencia da comida facilitada? Síndrome de Estocolmo? Non o saberei nunca, quizáis porque os meus son gatos, e non decidín eu a súa chegada a casa...

    Pero sí sei que todo o que contas, Su, é máis que certo... por tratarse de cans 😉
    Como supoño que debe ser difícil equilibrar o agarimo deses seres marabillosos que, malia non decidir libremente acompañarnos, entréganse sen descanso.

    Outro día, 'Os destrozos materiais no fogar', un documental por facer... 😅

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    1. Hehehe, haberá que escribilo¡!¡ a ti tamén che pega un canciño que che dea lambetazos no nariz :) pero igual se mata cos gatos¡!

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  3. Ringo y troski , mis perros de niño y a los que le tuve tanto cariño...no volví a tener más , no me veo yo capaz de cuidarlos...pero de niño me encantaban...y lo disfruté mucho y lloré tanto cuando murieron...

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    1. Barrileteeeee¡!¡ pensé que te habíamos perdido para siempreeeee. 💚
      Yo también me pego unas buenas lloradas con la muerte de los perros de la familia. Ahora nos hemos quedado sin ninguno. Quién sabe.

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    2. Que va ...pero estos moviles son un infierno...no me deja comentar...y tampoco sé muy bien que hacer...
      De lloreras voy bien servido ☺️☺️☺️
      Espero que disfrutases del carnaval a mí no me gusta nada ...😅😅😅

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    3. Oh, mierda de tecnología¡! Jajaja.
      El carnaval, ni olerlo, la verdad. Y ahora, en modo vacaciones, por Orense¡!
      Saludiñooooss

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