martes, 5 de diciembre de 2017

El lugar de uno mismo

"En una ocasión, estando en un café de rango literario, no podía dejar de mirar a una beldad que se sentaba en una mesa cercana. Bueno, como dice un camarero amigo mío, en la mesa no, se sentaba en la silla correspondiente. La casualidad -y la fatalidad- quiso que, sin pretenderlo, nos encontráramos en la antesala de los baños. (Sé que el lector va adivinando lo que sigue, pero debo continuar). Me introduje, como es natural, en el correspondiente a los caballeros y, cuando empezaba a reprimir oscuras e invasivas fantasías sobre nuestro inmediato encuentro sexual, comencé a escuchar unas tremendas deflagraciones al otro lado del tabique. ¡No! ¿Por qué? ¿Acaso no te das cuenta de que acabas de estropearlo todo? Abandoné con celeridad el escenario del crimen -una pasión asesinada antes de crecer- y, con un hilo de esperanza, espié desde mi mesa la anhelada salida de otra mujer del baño. Pero sólo salió ella, tan hermosa."

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